La mañana del 16 de diciembre del año recién acabado me encontraba en el aeropuerto de Fort Lauderdale, a punto de salir rumbo a Port Everglades para abordar el crucero en el que mi esposa y yo pasaríamos nuestra luna de miel. Mientras hacía fila en el counter de Alamo para devolver el carro que habíamos alquilado para movilizarnos durante la semana, me conecté con mi teléfono a la red inalámbrica del aeropuerto. Docenas de notificaciones y correos comenzaron a entrar rápidamente. Pero una de ellas, de CNN, me dejó estupefacto:
Breaking News: British journalist Christopher Hitchens dies after a battle with cancer, Vanity fair reports.
Christopher Hitchens, o “Hitch”, como se le apodaba cariñosamente, había sido diagnosticado con cáncer esofágico en junio de 2010 y en los dieciocho meses posteriores, el semblante de Hitchens se deterioró rápidamente hasta ser casi irreconocible. Mientras su aspecto físico parecía indicar que el fin estaba muy cerca, su característica lucidez mental y su elegancia al hablar o escribir, que continuaba demostrando en cada nueva columna o en cada nueva aparición pública decían lo contrario. Tal vez por negación, pensé que todavía tendríamos Hitch para rato. Lamentablemente, estaba equivocado y la noticia me cayó como un balde de agua fría. No tuve la dicha de conocerlo en persona, pero sí a través de su ardua y extensa defensa de la razón, la ciencia, la honestidad intelectual y la libertad; y de sus constantes esfuerzos para combatir la epidemia mundial de la estupidez en todas sus formas y mutaciones.
Y ahora, ya no estaba con nosotros.
Hitchens nunca tuvo pelos en la lengua para decir las cosas como las pensaba, y todo parecía indicar que las pensaba en oraciones y párrafos perfectamente estructurados. Verlo hablar detrás de un podio, o incluso en una entrevista informal era realmente un deleite para el intelecto, y en muchos casos, una invitación para observar cómo nuestras convicciones más profundas eran totalmente destrozadas delante de nuestros ojos. Richard Dawkins escribió sobre él: “Si alguna vez te invitan a debatir con Christopher Hitchens, no aceptes. Sus ingeniosos comentarios, su fácil acceso a su repertorio mental de citas históricas, su libresca elocuencia, su fluidez de palabra…amenazarían tus argumentos, incluso si tuvieras buenos argumentos para lanzar.” Y todo esto era cierto. Hitchens te aplastaba con hechos y con su retórica te daba la estocada final.
Por haber estado de viaje, no pude escribir nada en su momento, aunque tenía toda la intención de hacerlo. Incluso cuando regresé, me senté frente a la computadora y no logré escribir algo que valiera la pena. Creo que era el shock y la tristeza de haber perdido a uno de mis mentores intelectuales y, por qué no decirlo, de vida. Hoy, 13 de abril de 2012, Hitch estuviera cumpliendo 63 años y seguramente seguiría luchando en contra de la estupidez humana. Que lástima que se fue tan pronto. Pero cómo él mismo dijo alguna vez: “vivo…si no, precisamente para reproducir mis genes, para tomar parte en actividades que puedan permitir que esos genes sean reproducidos”. El doble sentido de la frase es genial.
Adiós, Hitch…y gracias por todo. O Parafraseando un poco a Douglas Adams: “So long, and thanks for all the Hitchslaps!“
Walda Salazar
Tan cariñosito tu. Le pegás a una la nostalgia 😉
Admin
Hehe, gracias Walda. 🙂