Les comparto una fantástica reflexión del astrofísico Lawrence Krauss sobre cómo llegamos aquí.
Todos los átomos de su cuerpo vinieron de una estrella que explotó. Y, los átomos en su mano izquierda probablemente vinieron de una estrella diferente de los de su mano derecha. Realmente es la cosa más poética que conozco sobre la Física: Todos ustedes son polvo de estrellas. No estarían aquí si las estrellas no hubieran explotado, porque los elementos – el carbono, el nitrógeno, el oxígeno, el hierro, todas las cosas relevantes para la evolución y para la vida – no fueron creadas al principio del tiempo. Fueron creadas en los hornos nucleares de las estrellas, y la única forma de meterse en su cuerpo es que esas estrellas sean tan amables de explotar. Así que olvídense de Jesus. Las estrellas murieron para que usted pudiera estar aquí hoy.
zcgt21
Por lo menos las estrellas no están pidiendo que comas su carne y beba su sangre.
Es poético saber que venimos de las estrellas que no hay un destino que nos rige y que nosotros buscamos las respuestas a nuestra existencia.
ernesto warren
aww this is so sweet, atheist romanticism
Gilberto
“…todas las cosas relevantes para la evolución y para la vida – no fueron creadas al principio del tiempo. Fueron creadas en los hornos nucleares de las estrellas…” Si y ¿como se crearon las estrellas y que había antes y que habrá después? Bueno seguiremos nadando en nuestra ignorancia. Algunos (muchos) quieren llamarlo Dios y otros no, pero no saben realmente como se crearon las cosas. En fin de poético no le vi nada.
G. Barraza
Krauss, en su celo por presentar una narrativa “racional” sobre el origen de los elementos, de hecho pasa por alto las dimensiones éticas y existenciales más urgentes sugeridas por una visión cósmica integrada. El “problema de Dios” no es uno de mecánica cuántica o cosmología, sino un desafío ético-ontológico definido por la pregunta de cómo habitar auténticamente la unidad radical que la ontología revela.
Krauss puede deleitarse recitando los orígenes estelares de los átomos en nuestros cuerpos. Pero su fracaso está en no reconocer que esta misma verdad material apunta hacia una realidad ontológica mucho más vasta – la de que somos literalmente “polvo de estrellas” en un sentido metafísico más rico, manifestaciones únicas del mismo misterio creativo que se expresa en la vastedad de los cosmos.
Y es precisamente de esta apercepción de nuestra identidad esencial compartida de donde emergen los imperativos éticos más elevados de amor incondicional, respeto universal y reverencia compasiva por toda forma de autoconciencia. Porque al reconocernos como singularidades conscientes surgiendo de e inseparables de la misma matriz generativa, la única respuesta coherente es una solicitud por la totalidad manifestándose a través de la infinita riqueza perspectiva.
Así que en su búsqueda entusiasta por una narrativa “racionalmente” desprovista de cualquier resonancia “metafísica” o espiritual, Krauss de hecho niega y pasa por alto las implicaciones ético-existenciales más profundas de la misma comprensión cósmica evolucionista que pretende celebrar. Es precisamente su cerrazón a las dimensiones de significado más amplias de nuestra experiencia de ser lo que refleja una falta de racionalidad integral.