Más sobre el aborto

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Hace un par de meses, publiqué una columna en la que expuse algunas de las razones por las cuales estoy a favor del aborto. Sin embargo, hubo un punto que no mencioné porque en su momento no consideré que fuera relevante, aunque algunos lectores y amigos sí consideraban que lo era. Se trataba de la respuesta a la pregunta de ¿cuándo comienza la vida del embrión? o ¿desde cuándo puede considerarse que está vivo?

Pienso que la principal causa por la cual las personas que se autodenominan “pro-vida” y “pro-decisión” no logran ponerse de acuerdo en nada, es que los puntos centrales de sus posturas son completamente distintos e incomparables entre sí. Quienes eufemísticamente se autodenominan “pro-vida” dicen defender “el derecho a la vida” del embrión en gestación, mientras que quienes nos autodenominamos “pro-decisión” defendemos el derecho a la libertad de decisión de la única adulta que tendrá que lidiar por el resto de su vida con las consecuencias de dicha decisión: la madre.

Ambas posturas difieren muchísimo, tanto con respecto a quién defienden, como al porqué. En primer lugar, los “pro-vida” defienden al embrión y estigmatizan a la madre, y los “pro-decisión” defendemos a la madre, y no estigmatizamos a nadie. En segundo lugar, el “derecho a la vida” y la “libertad de decisión” son puntos muy distintos que no se refutan entre sí. Es más, ni siquiera son comparables. La libertad de decisión no refuta el derecho a la vida, y el derecho a la vida no refuta la libertad de decisión.

La conceptualización de la frase “libertad de decisión” es bastante clara para la mayoría de nosotros. Sin embargo, la del “derecho a la vida” puede ser bastante confusa, ya que aparte de tener una connotación jurídica, la palabra “vida” suele ser interpretada de maneras muy distintas según las creencias de cada quién.

Quienes dicen “defender la vida” deberían de conocer con exactitud las respuestas a preguntas como “¿qué es la vida?” o “¿cuándo ésta comienza y cuándo se termina?” Y sin embargo, no las conocen… O al menos no desde una perspectiva objetiva y pragmática basada en la evidencia.

La mayoría de personas “pro-vida” creen que la vida es una abstracción metafísica y espiritual independiente del cuerpo. En otras palabras, creen en la dualidad cuerpo/espíritu. Piensan que el cuerpo es solo un vehículo biológico para el espíritu.

Esta perspectiva es muy distinta a la de muchos escépticos “pro-decisión”, en particular de los que nos basamos en la evidencia científica. Para nosotros, lo que ellos llaman “espíritu” o “alma” no es más que la manifestación de una maravillosa y compleja actividad cerebral que da origen a la consciencia, que no es independiente de su matriz física (el cerebro), sino que es consecuencia de la misma.

La ciencia moderna apenas comienza a dar las primeras luces sobre cómo se origina la consciencia en el cerebro. La afamada neurocientíficaSusan Greenfield y su equipo de trabajo, han encontrado evidencia de que son varias las partes del cerebro que están involucradas en la manifestación de la consciencia (desde el tálamo hasta la corteza cerebral), y que ésta a su vez se desarrolla gradualmente a medida que avanzamos en edad y acumulamos experiencias.

Una deducción lógica del planteamiento anterior, es que un cerebro embrionario que aún no ha terminado de diferenciarse en sus respectivas partes, no puede dar origen a una consciencia. De modo que un embrión no puede tener consciencia ni personalidad. Si consideramos al “espíritu” o “alma” como un análogo de la consciencia, entonces un embrión carecería de “alma”.

Es en este punto en que a los creyentes “pro-vida” no les conviene aceptar la evidencia de las neurociencias, ya que para mayoría de ellos, el alma (consciencia) entra al cuerpo desde el momento de la concepción. Esto sin mencionar que dicha alma estuvo antes esperando durante un tiempo indefinido, en algún lugar de un plano espiritual, antes de poder “entrar” al cuerpo que ha de ocupar durante su paso por este mundo terrenal, que no se encuentra en la misma dimensión que aquella de donde provienen las almas, ángeles, demonios y demás entes espirituales.

Para las personas “pro-vida” el aborto es asesinato, no necesariamente por el contexto jurídico de la palabra (aunque muy seguido lo utilicen a su conveniencia para respaldar el verdadero motivo detrás de su postura), sino por uno basado en sus dogmas religiosos, estrechamente relacionados a la dualidad cuerpo/espíritu.

Personalmente estoy a favor del aborto, siempre y cuando éste se practique antes de que el feto sea capaz de sentir dolor, y/o que el procedimiento se torne demasiado riesgoso para la vida de la madre. Esto es, hasta más o menos las catorce semanas de gestación.

Según el anestesiólogo obstetra Mark Rosen, de la Universidad de California, San Francisco; el feto aún no ha terminado de formar las rutas neurológicas necesarias para sentir dolor hasta que ya ha alcanzado las veintiocho semanas de desarrollo. Esto es, cuando ya se ha llegado a un estadío de gestación lo suficientemente avanzado como para poner en serio riesgo la vida de la madre, si es que opta por practicarse un aborto.

Rosen y sus colegas postulan que hasta el tercer trimestre de desarrollo fetal, los receptores del dolor aún no han establecido relación alguna con la parte del cerebro que lo procesa. Aunque los fetos comienzan a formar receptores del dolor desde la octava semana de desarrollo, es hasta la vigésima semana cuando el tálamo (que es la parte del cerebro que lleva información hacia otras zonas más externas) comienza su formación. Sin el tálamo, según Rosen, ninguna información puede llegar a ser procesada por el córtex, y por tanto ser percibida en forma de dolor.

Según Rosen, los fetos pueden presentar comportamientos que se asemejan a las reacciones al dolor cuando son estimulados con objetos punzantes, sin embargo, esto no es más que un acto reflejo similar al de los parapléjicos, que es mediado involuntariamente por el cordón espinal, pero que no es en realidad, una reacción consciente.

El procedimiento realizado por ginecólogos y obstetras para realizar abortos antes de llegar del primer trimestre de gestación, se denomina “legrado”, y es un procedimiento relativamente sencillo que no debería de suponer un riesgo para la mujer que se lo practica, a menos que el médico incurra en mala praxis. De hecho, un legrado bien realizado, es un procedimiento en el cual una mujer debería de ser capaz de ingresar una mañana cualquiera a un sanatorio u hospital, y salir caminando como si nada esa misma tarde. Aunque por supuesto, ella también debería cuidarse tomando antiinflamatorios y antibióticos durante la semana subsiguiente. Si todo se hace con el debido cuidado, no tendrían porqué haber complicaciones.

Lo lamentable aquí, es que los legrados seguros no pueden ser garantizados hasta que el aborto no sea legalizado, cosa que no ocurrirá hasta que no avancemos hacia cultura que anteponga los derechos de la mujer sobre las tradiciones dogmáticas, machistas y retrógradas predominantes.

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Adjunto a continuación, un video creado por el Guttmacher Institute, una organización líder en investigación y políticas sobre salud sexual y reproductiva. También pueden visitar la página web oficial en http://www.guttmacher.org/

Walda Salazar

Soy una ex-andinista, enamorada de la naturaleza más allá de lo que puedo expresar con palabras. De todos los fenómenos naturales, la Vida ha sido siempre de mi particular interés, y por eso estudié Biología en la universidad. Creo que la única manera objetiva de entender la realidad es a través de la experiencia y el uso de la razón. Estoy en desacuerdo con los dogmas, el adoctrinamiento y la fe ciega; y para mí es un gusto poder compartir con ustedes, estimados lectores, mi forma particular de pensar acerca de la naturaleza de las cosas.

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