(No tan) jóvenes con ideas erróneas

En la introducción a La sociedad abierta y sus enemigos, el filósofo austríaco Karl Popper describe lo que el lector encontrará a lo largo de sus dos gruesos volúmenes y casi 800 páginas de la siguiente manera:

Este libro plantea problemas que pueden no surgir con toda evidencia de la mera lectura del índice. En él se esbozan algunas de las dificultades enfrentadas por nuestra civi­lización, de la cual podría decirse, para caracterizarla, que apunta hacia el sentimiento de humanidad y razonabilidad, hacia la igualdad y la libertad; civilización que se encuentra todavía en su infancia, por así decirlo, y que continúa creciendo a pesar de haber sido traicionada tantas veces por tantos rectores intelectuales de la humanidad. Se ha tratado de demostrar que esta civilización no se ha recobrado todavía completamente de la conmoción de su nacimiento, de la transición de la sociedad tribal o «cerrada», con su so­metimiento a las fuerzas mágicas, a la «sociedad abierta», que pone en li­bertad las facultades críticas del hombre.

Me vino esta frase a la mente, luego de leer una “interesante” columna (por decirlo amablemente)  escrita por Karen Cancinos—catedrática del Centro Henry Hazlitt de la Universidad Francisco Marroquín—y publicada el viernes en Siglo XXI. No toma más de cinco segundos caer en la cuenta que a Cancinos no se le podría considerar, ni por asomo, como una “rectora intelectual de la humanidad,” pero uno esperaría que una catedrática de una Universidad tan afamada como es la UFM, que además llegó a ponerse en una posición privilegiada como formadora de opinión nacional, fuera un poco más responsable con lo que dice e hiciera sus deberes antes de dirigirse a la población guatemalteca con tal seguridad y arrogancia.

Cancinos cita un fragmento de una columna publicada en el mismo medio por Zaira Laínez y escribe:

“Yo digo que tenemos aquí la misma queja y demagogia del tipo “¡ah, si esto fuera Dinamarca!” Pero quizá la autora todavía es demasiado joven y por su falta de experiencia necesita acudir a lugares comunes como este. Un día se enterará de que la vida es difícil, madurar cuesta, crecer duele, aprender también y prosperar ni se diga. Y no solo en Guatemala. Y no solo para las mujeres y los indígenas. Pero bueno, si es una jovencita su yerro es disculpable pues todavía está en edad de saberlo todo y de pontificar en consecuencia.”

Cancinos, es cierto, no es “una jovencita.” Pero su argumento inicial para hacer de menos las ideas de Laínez es que es “demasiado jóven” y no tiene experiencia de vida. Pregunto: ¿Cuándo se deja de ser “demasiado jóven”? ¿A qué edad, exactamente, se puede decir que alguien que ya tiene la suficiente “experiencia” como para emitir opiniones congruentes? ¿Puedo decir que a sus 75 años, mi abuelo ya cuenta con la edad y “experiencia” suficientes para vertir en el inodoro las ideas de Cancinos, sólo así, por default como ella pretender hacer con las de Laínez? Creo que no hace falta seguir haciendo preguntas para evidenciar lo espurio del primer “argumento” de Cancinos.

Citando nuevamente a Laínez, en un fragmento que expone lo que es posible deducir a partir de prácticas “inocentes” y socialmente aceptadas, pero rara vez cuestionadas por todos nosotros, Cancinos responde con toda seguridad:

“Yo digo que es absurdo afirmar que la vida societaria (sic) tanto privada como pública, es decir las instituciones, han sido “pensadas y diseñadas” por hombres. Y no porque me lo parezca sino porque la historia de la humanidad así lo valida. Las instituciones de la familia, el matrimonio, el mercado, la moneda, la educación superior, la medicina, el derecho, la política, el arte, sencillamente no surgieron porque uno o varios hombres se sentaron a “pensarlas” y de ahí se dieron a la tarea de “diseñarlas”. Por eso son instituciones y no organizaciones: a diferencia de las últimas, las instituciones asomaron a la vida societaria (sic) espontáneamente, y a lo largo de generaciones acabaron por enraizarse en ella.”

En este corto párrafo, se condensa una cantidad astronómica de naïveté, ignorancia y desfachatez. La historia de la humanidad no valida lo que Cancinos afirma, y únicamente una persona muy ignorante o muy descarada (cosas que no son mutuamente excluyentes, por cierto) sería capaz de asegurar lo contrario. No es muy difícil comenzar a comprobarlo, basta con tomar un libro de historia de la filosofía, y contar cuantas mujeres se mencionan. En este momento tengo a la mano dos volúmenes: A History of Western Philosophy de Bertrand Russell y The Story of Philosophy de Will Durant.

Comencemos con el de Russell. Adornando su portada, está La muerte de Sócrates, del pintor francés Jacques-Louis David. Esta famosa pintura, retrata uno de los más conocidos momentos de la historia de la filosofía: los últimos momentos de Sócrates en prisión, antes de beber la cicuta que le ocasionaría la muerte, rodeado de sus amigos. Todos hombres. Nada concluyente, por supuesto, pero un dato curioso, de todas maneras. Veámos la contraportada. Menciona a algunos de los nombres que pueden encontrarse en sus páginas: Karl Marx, Friedrich Nietzsche, John Dewey, Immanuel Kant, Baruch Spinoza, John Locke. Una vez más, no hay mujeres. Veámos el índice: los presocráticos (Pitágoras, Heráclito, etc.), Sócrates, Platón, Aristóteles…los cínicos, los escépticos…los “padres” de la Iglesia (San Agustín, San Ambrosio, San Jerónimo el papa Gregorio El Grande), Aquino…Maquiavelo…Descartes…Leibniz…Locke…Hume y así sucesivamente hasta llegar a la filosofía analítica de comienzos del siglo XX. No menciono más nombres por no aburrir, y creo que basta con estos para hacer el punto. Hay una referencia cortita a una de las más grandes filósofas de la historia: Hipatia de Alejandría, una mujer distinguida que se adhirió a la escuela neoplatónica y dedicó su vida al estudio de las matemáticas y la astronomía, entre otras cosas. Murió de forma salvaje, arrastrada desnuda hasta el templo, en donde una turba de buenos cristianos le arrancó la piel usando conchas de ostras marinas y luego la lanzó—viva—a la hoguera. Hacer el mismo ejercicio con el libro de Durant es redundante, pues se aprecia exactamente lo mismo. Lo sé, porque ya lo leí, pero no tome mi palabra, consúltelo usted mismo.

No es ningún secreto que el desarrollo intelectual de la humanidad ha sido forjado por personas con genitales masculinos. No se debe a que sean más inteligentes, más cultos o superiores en ningún sentido relevante a las mujeres. Se debe, precisamente, a una cuestión cultural en el que a la mujer siempre se le encasilló en un rol específico y hasta denigrante. Lo encontramos en los antiguos griegos, que pese a su brillantez en una infinidad de temas, rara vez demostraron lucidez en el tema de la igualdad de género. Platón, quien bien es sabido, es junto a Aristóteles el filósofo occidental más influyente, tenía muchas contradictorias qué decir sobre la mujer. Por un lado, defendía la igualdad de oportunidades para las mujeres en la utopía que planteó en la República, pero por el otro, escribió cosas como esta, plasmadas en el Timeo:

“De aquellos que nacieron como hombres, todos los que fueron cobardes y se pasaron la vida haciendo maldades fueron transformados, en su segundo nacimiento, en mujeres (…) Tal es el origen de las mujeres y de todo lo que es femenino.”

Aristóteles, en la Política, dice algo similar:

“Una vez más, el varón es por naturaleza superior y la hembra inferior. Uno dirige y la otra es dirigida (…) Los de clase baja son por naturaleza esclavos, y es mejor para ellos, como para todos los inferiores, estar bajo el mando de un amo.”

Esto no es una condenación de Platón o de Aristóteles o de la filosofía occidental en general. Ambos estaban expresando opiniones que eran compartidas por el resto de la sociedad griega antigua. Confucio, otro pensador con muy buenas ideas y ajeno a la filosofía occidental, hacía lo mismo cuando se le atribuye la siguiente frase: “Es ley natural que la mujer esté sometida al marido.”

Estas opiniones no dieron lugar a escuelas de pensamiento, costumbres, formas de vida e instituciones porque Platón, Sócrates, Nietzsche, Kant, Smith o Locke se hayan sentado a conspirar, como torpemente le atribuye Cancinos a Laínez. La filosofía alimenta la cultura y a la vez se alimenta de la cultura en un constante intercambio. Alguien que critica tan fuertemente a uno de los filósofos más influyentes de la historia como Karl Marx y que está asociada a un centro de estudios que enseña la filosofía de Friedrich August von Hayek, debería de comprender este concepto básico. O quizás lo entiende, pero prefiere atribuirle sandeces a otras personas para edificar hombres de paja fáciles de refutar.

Textos a los que algunos siempre les han atribuido características superiores, y que desafortunadamente han tenido mucha influencia en la construcción de la sociedad occidental como la Sagrada Biblia, por ejemplo, no hacen un mejor trabajo. El Antiguo Testamento contiene múltiples instancias de machismo salvaje, capaces de hacer ver las expresiones de los tres pensadores anteriores como mesuradas en comparación. Éxodo 21:7-11, por ejemplo, da las normas a seguir para vender a una hija como esclava sexual:

Si un hombre vende a su hija por esclava, ésta no saldrá de la esclavitud como salen los esclavos. Si no agrada a su señor que la había destinado para sí, éste permitirá su rescate; y no podrá venderla a gente extraña, tratándola con engaño. Si la destina para su hijo, le dará el mismo trato que a sus hijas. Si toma para sí otra mujer, no le disminuirá a la primera la comida, ni el vestido ni los derechos conyugales. Y si no le da estas tres cosas, ella podrá salirse de balde sin pagar rescate.

El Nuevo Testamento, si bien no es tan salvaje, tampoco es muy iluminado en este aspecto. 1a de Timoteo 2:8-15 manda lo siguiente:

Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar elevando hacia el cielo unas manos piadosas, sin ira ni discusiones. Así mismo que las mujeres, vestidas decorosamente, se adornen con pudor y modestia, no con trenzas ni con oro o perlas o vestidos costosos, sino con buenas obras, como conviene a mujeres que hacen profesión de piedad. La mujer oiga la instrucción en silencio, con toda sumisión. No permito que la mujer enseñe ni que domine al hombre. Que se mantenga en silencio. Porque Adán fue formado primero y Eva en segundo lugar. Y el engañado no fue Adán, sino la mujer que, seducida, incurrió en la transgresión. Con todo, se salvará por su maternidad mientras persevere con modestia en la fe, en la caridad y en la santidad.

Así que en la más favorable de las interpretaciones posibles, parece que Cancinos sufre de una terrible ignorancia de puntos básicos de la historia humana que pretende utilizar a su favor. No califica mejor en historia y comprensión de la filosofía y la religión y cómo éstas cumplen la doble tarea de alimentarse de la cultura y a la vez impactarla. La otra interpretación, menos favorable, es que sí conoce y comprende todo esto, pero escoge retorcer su discurso para darle una supuesta validez a sus enunciados. De ser así, considero que es una desgracia que esté cumpliendo la función de transmitir “conocimiento” en una universidad.

Al principio de su columna, Cancinos dice, en un intento de humor sarcástico:

[…] leí aquí, en Siglo.21, una interesante columna firmada por Zaira Laínez, en el espacio de la organización denominada Más mujeres, mejor política, […] Digo interesante columna no por su contenido sino por la síntesis que logró hacer, es (sic) un espacio reducido, de todos los lugares comunes, absurdos y despropósitos del lobby feminista-pro-cuotas para cargos públicos de elección.

La ironía, raras veces es así de exquisita. Pero qué se yo; apenas y soy un “jovencito” de 30 años que probablemente no tenga los estudios y “experiencia” que tiene Cancinos para poder “pontificar” como ella lo hace.

Oscar G. Pineda

Oscar es un mamífero bípedo, de la especie Homo sapiens. Disfruta observando extrañas y repetitivas manchas en pedazos de papel, y oyendo a personas de acento raro hablar de peces con patas saliendo del mar; usando palabras raras como ‘qualia’ o números con muchos, muchos ceros. Tuvo la loca idea de dedicar su vida a hacer lo que le gusta, así que ahora está estudiando filosofía en la universidad y ciencia en su tiempo libre. Así se siente a gusto, cuestionando todo; hasta lo que “no se debe cuestionar”. Ah, y odia escribir sobre él mismo en tercera persona.

4 Comments

  • Reply July 28, 2013

    carlos victoria

    al parecer a Cancinos se le olvido que la gente estúpida también envejece.

  • Reply July 28, 2013

    Alexander

    Disfrute leer el articulo, 🙂

  • Reply July 29, 2013

    Jaime R. C. Letona

    Dentro de los comentarios de Siglo21 aparece uno que habla sobre el nombre de la columna: El Reporte de Scherezade. Yo les escribí lo siguiente: Como dice arriba Marc Forest, sobre el nombre de la columna, es muy interesante el posible desplazamiento psicológico que podría tener la elección de ese nombre. Justamente como una mujer que para no ser abusada y asesinada, se vea en la necesidad de contar cuentos sin fin, por supuesto a los actuales sultanes del poder. Así mismo quizá esté presente la proyección hacia la autora a la que invalida. Ref. psicológica: http://es.wikipedia.org/wiki/Mecanismo_de_defensa

  • Reply August 7, 2013

    Ramón U-N

    A título personal, leía Siglo21 por sus opiniones (siempre hay que conocer los argumentos del adversario). Sin embargo, dejé de leerlo hace más de un año, porque su plantel de columnistas ya se había convertido en un coro de beatos que cantaba en decúbito supino para oídos de la curia. Ya no sabía uno si leía artículos serios o la hoja parroquial.

    Me parece haber tenido la vaga idea de que la dama Cancinos era parte de esta estudiantina y tocaba panderetas. Ahora que paso los ojos por estas ocurrencias suyas, me parece increíble que alguna universidad le haya dado empleo para impartir clases y no para tareas que requieran menor esfuerzo intelectual. Se puede adivinar que esta columnista no anda muy bien en antropología, sociología, historia, psicología, etc.

    El nivel de razonamiento de sus lectores, según se lee al pie de la columna que citás, Óscar (y de otras recientes que aparecen como links), es directamente proporcional al contenido del texto que comentan. De algunos de ellos me sorprende no ya sus premisas risibles, sino que haya alguna de sus neuronas que conozca a alguna de sus vecinas.

    A lo que comenta aquí Jaime R. C. Letona, quiero agregar que el título del espacio de Cancinos, “El reporte de Scherezade”, es un tanto despistado. “Scherezade”, al uso de la mencionada “catedrática”, no es una transliteración ni del persa ni del árabe ni del inglés al español, idioma en el cual conocemos a esta legendaria contadora de historias como Sherezada (o incluso Cherezada). Si nos ponemos exquisitos, pues. Saludos,

    R.

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