Cada uno, un pequeño Universo

La semana pasada el nuevo Cosmos, con el simple hecho de presentar una cosmovisión científica del Universo, despertó la ira de muchos fundamentalistas religiosos. Sospecho que no es únicamente el hecho de no tomar en cuenta la hipótesis de un creador para explicar lo que nos rodea lo que incomodó a muchos. La semana pasada, a lo largo de 45 minutos, Neil deGrasse Tyson nos mostró un Universo que no sólo no fue creado para nosotros, sino que también es capaz de despertar asombro y sentimientos “espirituales”—a falta de una mejor palabra—en quienes lo contemplamos con una mente abierta. En ambas cosas, la religión ha tenido una especie de monopolio y Cosmos nos ha ido mostrando que hay una alternativa mucho más hermosa.

Creo que la cosa va a empeorar esta semana porque en el segundo episodio, Tyson nos sube a su Nave de la Imaginación para presentarnos la historia más grandiosa que la ciencia moderna ha contado: la evolución de la vida en la Tierra. De una forma muy accesible y poética, nos enseña “algunas de las cosas que hacen las moléculas tras 4 mil millones de años de evolución.”

Si el primer viaje de la Nave de la Imaginación nos dio una idea de lo que somos en la gran escala del Universo y nos demostró la absurdidad de nuestras pretensiones de grandeza, el segundo da un giro en la dirección contraria, pues va del macrocosmos de las galaxias al microcosmos de nuestro ADN y a cada momento nos dice que somos especiales. Como nos dijo Tyson hace una semana—tomando prestada una frase de Carl Sagan—somos polvo de estrellas que ha tomado consciencia; somos una forma del Cosmos de conocerse a sí mismo. Ahora nos explica la historia de cómo sucedió.

Tomando un tip del repertorio didáctico de Charles Darwin, Tyson utiliza el ejemplo de la evolución de los perros a partir de la domesticación humana de los lobos para comenzar a desempacar el concepto de selección natural. Hace miles de años, los lobos más dóciles y amigables con los humanos fueron incorporados a sus poblaciones y fueron criados para ser nuestros compañeros y guardianes. A lo largo de los años, aprendimos a seleccionar los rasgos deseables y a desechar los no deseables hasta crear la enorme diversidad de razas de perros que existen en la actualidad.

Con eso en mente, Tyson pregunta aquello que tanta controversia ha causado desde que Darwin lo hiciera por primera vez allá por 1859: “Si los humanos, por medio de selección artificial, podemos lograr tanto en unos cuantos cientos o miles de años, ¿qué podría lograr la naturaleza por sí misma en millones de años?” La respuesta, como sabemos ahora, es toda la diversidad de la vida en la Tierra.

Con extraordinaria simpleza, Tyson desempaca el conocimiento científico que nos ha permitido trazar los pasos de nuestra propia evolución y concluir que compartimos una rama en el vasto árbol filogenético de la vida con todos los seres del planeta. Si nos vamos suficientemente atrás en el tiempo, descubrimos que tenemos un pariente en común con el chimpancé, el roble, la mariposa, el lobo gris, el champiñón, el tiburón, las bacterias, el gorrión, y así con cada una de las especies de seres vivos que han poblado la Tierra. Aceptar y contemplar nuestro parentesco con todo lo que ha vivido, como Tyson nos dice, no es únicamente ciencia sólida, también es una profunda experiencia espiritual.

El mismo Darwin estaba consciente de que la historia de la evolución por selección natural es tan maravillosa, que raya en la fantasía. En El origen de las especies, Darwin, como buen científico, escribió acerca algunas de las cosas que parecían poner en entredicho su teoría; entre ellas, uno de los artefactos más complejos que conocemos: el ojo.  En El origen, Darwin dice:

“Suponer que el ojo con toda su inimitable complejidad para ajustar su centro focal a distintas distancias, para reconocer distintas cantidades de luz, y para corregir las desviaciones esféricas y cromáticas, pudiera haber sido formado por la selección natural, parece, y lo confieso francamente, absurdo en sobremanera.”

Luego, procede a explicar exactamente cómo es posible que la naturaleza construya ojos por medio de un proceso gradual a lo largo de millones de años. Tyson toma esta misma explicación, apoyándose en ejemplos reales de la naturaleza, y nos muestra los cambios graduales que dieron lugar a los complejos ojos que ahora observamos. Con cada pequeño cambio en la forma y la estructura de una generación a la siguiente, los ojos son capaces de obtener imágenes cada vez más claras. Esto es una ventaja para la supervivencia y los organismos con mejores imágenes pueden cazar y evitar ser cazados de manera más eficaz que los que no tienen buenas imágenes; esto les permite sobrevivir más tiempo y dejar más descendencia con los mismos rasgos.

A lo largo y ancho del planeta, los ojos no son evidencia de un “diseñador inteligente,” como piensan muchas personas, sino todo lo contrario: son evidencia de cuerpos construidos a partir de pequeños cambios graduales y acumulativos. En la actualidad, nuestros ojos tienen rasgos heredados de los ojos de peces, que evolucionaron para ver en el agua, no afuera de ella. Un diseñador inteligente pudo haber comenzado de nuevo; la evolución no tiene ese beneficio, y eso es precisamente lo que se observa en la naturaleza. No hay duda, la evolución es una teoría, en el sentido científico de la palabra; un teoría tan real como la teoría de la gravedad.

Luego de mostrarnos que la vida es persistente y capaz de sobrevivir los más grandes cataclismos de la historia de nuestro planeta y de especular acerca de cómo se vería la vida en los océanos de metano líquido de Titán, Tyson termina esta historia con un pequeño tributo a Carl Sagan y su obra: una animación de 4 mil millones de años de evolución, condensados en 40 segundos. Esta es una de las cosas que me encanta del nuevo Cosmos: las referencias—unas sutiles y otras no tanto—al Cosmos original. Un detalle: el roble que Neil deGrasse Tyson utiliza para explicar nuestro parentesco con todos los seres vivos  que aparece nuevamente al final del episodio, aparenta ser el mismo árbol que aparece en el segundo episodio del Cosmos original.

Nostalgia, por supuesto, pero lo mejor está justo antes de esta secuencia. Mientras nos muestra cómo se veía nuestro planeta hace 4 mil millones de años, antes de que existiera la vida, Tyson nos da una píldora de filosofía de la ciencia: no conocemos exactamente cuál es el origen de la vida y no hay ninguna vergüenza en admitirlo. La ciencia opera en “la frontera entre el conocimiento y la ignorancia.” La ciencia es como un círculo que se expande con cada nuevo hallazgo, y mientras más crece el área de nuestro conocimiento, también crece el perímetro de nuestra ignorancia. Eso es bueno, porque nos permite seguir avanzando. La única vergüenza, a todas luces, es creer que ya tenemos todas las respuestas.

Oscar G. Pineda

Oscar es un mamífero bípedo, de la especie Homo sapiens. Disfruta observando extrañas y repetitivas manchas en pedazos de papel, y oyendo a personas de acento raro hablar de peces con patas saliendo del mar; usando palabras raras como ‘qualia’ o números con muchos, muchos ceros. Tuvo la loca idea de dedicar su vida a hacer lo que le gusta, así que ahora está estudiando filosofía en la universidad y ciencia en su tiempo libre. Así se siente a gusto, cuestionando todo; hasta lo que “no se debe cuestionar”. Ah, y odia escribir sobre él mismo en tercera persona.

6 Comments

  • Reply March 19, 2014

    Francisco J

    Me parece una forma de ver el “todo” muy genuina, y a nuestro tiempo, necesaria; reconocer la espiritualidad en un cosmos (como nosotros parte de ella) dejando atrás los desgastados “sistemas espirituales” y unirnos para el único fin absoluto… (aunque suene a ficción).

    • Reply March 19, 2014

      Oscar G. Pineda

      Muchas gracias por leer y comentar, Francisco. 🙂

  • Reply March 19, 2014

    Karla

    Que buena pagina, felicidades!!! me gusto mucho el articulo

  • Reply March 19, 2014

    Karla

    me considero atea incurable XD…
    me gusta mucho la ciencia, la filosofiía y la educación.
    Bien hecha la página

    • Reply March 22, 2014

      Oscar G. Pineda

      Jajajajaja, habemos varios. 🙂

      Muchas gracias por leer y comentar.

  • Reply March 22, 2014

    Karla

    La verdad no soy tan abierta al expresarlo jeje pues aun existe ese “tabú” … pero que bueno fue encontrar esta página. Saludos!

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