Son las siete treinta de la mañana. Al compás del cronómetro suena un gorgorito que causa inmediatamente un efecto idéntico al de la chicharra paralizadora del Chapulín Colorado. Centenares de niños y niñas de primaria, así como jóvenes de secundaria se congelan, mientras en el ambiente reina el silencio total.
Un segundo gorgorito indica que todos deben formarse en una perfecta fila india que va del más bajo al más alto, de acuerdo con los grados académicos respectivos. Por cada grado deben ser dos filas, ya que en este lugar “los niños con los niños y las niñas con las niñas”. Recordemos que la carne es débil y la debilidad no conoce edades. Así que para evitar tentaciones, quedaba terminantemente prohibido cualquier tipo de contacto físico excesivo, como por ejemplo: Saludarse de besito en la mejilla entre compañeritos y compañeritas; compartir en el patio de recreo, pláticas o juegos entre parejas o cualquier otra situación que pudiese causar sospechas.
Al tercer gorgorito, cada fila iniciaría su camino a las aulas para empezar el día con la mejor educación, con bases bíblicas que la década de los 80’s ofrecía en la Guatemala del “General”.
No era muy complicado entender las reglas para realizar tal despliegue militar. Todos en silencio, muy concentraditos hacen su fila y a la clase. Sin embargo Chepito, un patojo bastante inquieto, esta mañana no pudo aguantarse las ganas de sacar de balance a Juanito que, al no poder mantener el “congelado” requerido, estalló en una carcajada.
-Lo vi todo- dijo con voz solemne el director. Un hombre alto, de voz firme, ya entrado en años. Dicen por ahí que antes trabajó para la secreta y que nunca le tembló la mano. Pero eso fue hace mucho tiempo, ya nadie recuerda cuanto. Lo importante es que el Señor le cambió la vida y ahora pertenece al selecto grupo de líderes de una congregación religiosa que creció como espuma luego del terremoto del 76.
-…Ni modo- pensó Chepito, no es la primera vez. Ya sabe lo que le toca. Lo peor de todo, es que ni siquiera es día de devocional (para aquellos que no esten familiarizados con el término, este es un mini servicio religioso escolar en el que se canta, se danza y se recibe una pequeña predica que por lo regular habla más de las obligaciones, que de los derechos de todo buen cristiano). Este evento hubiera retrasado el castigo por lo menos unos 45 minutos.
En la oficina del director se yergue majestuosa en una esquina sobre una silla, una paleta de tamales exactamente igual a la que tiene la mamá de Chepito en la casa.
-Pasa adelante Chepito. Esta no es la primera vez que hablas o molestas en la fila y la rebeldía debe ser combatida con sabiduría divina. Tus padres lo saben muy bién y por eso te tienen estudiando aquí-. El director extiende su mano y le da un gran libro con pasta de cuero negra, mientras le dice:
-Léeme por favor Proverbios capítulo 23, versículos 13 y 14. “No rehúses corregir al muchacho; Porgue si lo castigas con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol1”-.
-Chepito… ¡Da gracias a Dios que tenemos suficientes dosis de vara para curarte la rebeldía! Vamos a combatir el fuego con fuego, así que en cuclillas, que van tres varazos para que no te vayas a quemar cuando te mueras-. Uno, dos, tres quemones en las nalgas y unos buenos morados que durarían un par de semanas. Así iniciaría un día normal de escuela para este niño.
Los golpes no eran nada nuevo para Chepito. En su país natal Guatemala, la violencia doméstica es alarmante. Esto, combinado con los niveles de alcoholismo es en buena parte la explicación de una sociedad enferma.
Su papá, luego de un par de buenos tragos se podía poner alegre o enojado y de esta cuenta nunca faltaron las peleas, los gritos y los espectáculos de media noche que en realidad, ningun niño debería presenciar.
En fin…Las sabias escrituras no dejan lugar a dudas ni a excepciones y el negocio de salvar almas del Seol, no es cosa de juego.
Chepito al solo ver la paleta de tamales ya se había arrepentido de la ingenua broma que le jugó a Juanito. Despues de todo era solo un niño de mas o menos ocho años y las memorias de la última tunda hacian que le empezarán a sudar sus manitas. Se ríó automaticamente, pero las pocas destrezas psicológicas y pedagógicas del director no lo dejaron ver la diferencia entre una risa de nervios y una autentica posesión demoníaca.
Y aunque el buen pastor hubiera podido ver el nerviosismo en los ojos de aquel niño. ¿Le habría perdonado los golpes?
Quizás un poco de amabilidad pudo funcionar mejor, quizás el preguntar a Chepito si todo estaba bien en casa hubiera arrojado pistas importantes para mejorar el comportamiento en la escuela. Pero claro; esto es mucho pedir cuando se basa la moral en un libro de hace mas de dos mil años.
Esta es una historia que sufrieron muchos Chepitos y Chepitas, niños y adolescentes que fueron víctimas de un sistema educativo fundamentalista y mediocre basado en una doctrina religiosa/militar que dista mucho de ser el ejemplo de amor que pretende predicar.
En los años en los que Chepito estudió en esta escuela, fue víctima de muchos tipos de abuso infantil. Desde el psicológico al físico; desde los golpes a los exorcismos. Un sistema que tenía como objetivo primordial quebrar la voluntad y el pensamiento libre de los alumnos. Que los obligaba a hacer cosas en contra de su voluntad, a cantar y brincar euforicamente; a tirarse al piso. A entrar en frenesí al ritmo de las manipulaciones de actores baratos que desde un pulpito vendían miedo. Un sistema cuyo objetivo final no era desarrollar mentes científicas sino por el contrario sumisas, que fueran incapaces de cuestionar a la autoridad.
En algunos casos lo lograron. En otros definitivamente no.
Los jóvenes con problemas de adicciones. Los que formaron más tarde, hogares que también fueron disfuncionales. Los que fueron víctimas de su naturaleza y de su sexualidad. Todos ellos fueron historias muy diferentes a aquel plan divino. El plan del que con tanta seriedad se hablaba en los dos devocionales semanales, en la iglesia en el hogar del jueves, en el grupo de jóvenes del sábado en la tarde y por supuesto, en el sermón del domingo por la mañana. Aún esa sobredosis semanal de fanatismo administrada por una secta, no fue suficiente para dar la tierra prometida a esa generación.
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El Seól es según las Escrituras, un lugar a donde van todas las almas de las personas que mueren, para esperar el gran juicio final. Ya sean justos o malos todas las almas de los hombres van allí al morir.
Un agradecimiento muy especial para Alejandro José Hun (revisión y correcciones).