Jesucristo: Un atleta del matrimonio para todos

Por Antoine Perraud[1]

El episcopado francés pretende decir lo que es justo y bueno a propósito del matrimonio homosexual[2], pero su rigidez normativa choca con la tolerancia cómplice del cristianismo original. Cuando Jesús le lleva veintiún siglos de ventaja a André Vingt-Trois[3], el cardenal enrojece sin causa. André Vingt-Trois, que denuncia el matrimonio homosexual como una «superchería», no está exento de embustes. Recordémosle la sentencia de Alfred Loisy (1857-1940), profesor de historia de las religiones en el Colegio de Francia: «Cristo anunció el Reino, pero lo que vino fue la Iglesia».

Después de meses de anatematizar a diestro y siniestro, en una democracia donde la palabra no baja del cielo sino que circula, los notables del clero han provocado una respuesta católica irritada frente a tanta incongruencia farisaica. «¿De qué hablan?», se indigna Jacques Fraissignes, exsacerdote obrero: «¿En el nombre de quién [se profieren] estos encantamientos destinados a salvar a la familia? Los obispos de Francia, reunidos en Lourdes, recibieron del Evangelio el ministerio de la Palabra. ¿Se habrá convertido el anuncio del Evangelio en un acto de lobbying? No escuché referencias a Jesús en los discursos de aquellos. ¿No habría dicho él algo sobre la familia? Jesús no fundó ninguna familia, y su propia familia estaba fuera de la norma. El matrimonio de sus padres no se consumó, según la tradición cristiana. Su filiación permanece simbólica».

Henos aquí en las antípodas de otro cristiano, Benedicto XVI, papa de su Estado, que predica así el culto a la Sagrada Familia: «Siguiendo los evangelios de san Mateo y san Lucas, fijamos hoy nuestra mirada en Jesús, María y José, y adoramos el misterio de un Dios que quiso nacer de una mujer, la Virgen santísima, y entrar en este mundo por el camino común a todos los hombres. Al hacerlo así, santificó la realidad de la familia, colmándola de la gracia divina y revelando plenamente su vocación y misión»[4].

Una caparazón de sotana, sin olvidarse de los lenguajes engañosos, ha acaparado los evangelios —esos textos enigmáticos, condimentados de ironía y en llamas de revuelta—. Su subversión fue sofocada por una exégesis polvorienta y parcializada. ¿Qué deja aflorar el Nuevo Testamento cuando se le quitan las anteojeras eclesiásticas? Un sector de vanguardia: ¡madre subrogada, familia recompuesta, Cristo gay-friendly!

Jesús lo revela todo en una adivinanza malhumorada que cuenta Marcos (3, 33): «¿Quién es [sic] mi madre y mis hermanos?»[5]. Por muy singular que haya sido, Jesús no fue hijo único. Tenía cuatro hermanos y dos hermanas (Marcos 3, 31; Juan 2, 12 y 7, 3-10). ¿Provenían ellos de una unión anterior de José? Este, entre el buey y la mula, aparece más bien como testaferro. No es el genitor, sino el padre nutricio, adoptivo. Jesús no se menciona jamás como «hijo de José», como era costumbre en la tradición judaica, sino como «hijo de María» (Marcos 6, 3). Sobre ella pesa la sospecha de prostitución, y Cristo pronuncia palabras favorables a las trabajadoras del sexo ante el Padre Eterno y, de manera enfática, ante los poderosos de este mundo (Mateo 21, 28-32). En su Jésus contre Jésus (Seuil)[6], Gérard Mordillat y Jérôme Prieur observan: «La tradición evangélica de la virginidad de María y de la concepción milagrosa resulta ser un medio para atajar las controversias sobre la paternidad del niño».

Ernest Renan ya había notado con sarcasmo: «Jesús parece haber sido ajeno a estos refinamientos de teología, que pronto llenarían de disputas estériles al mundo». Y el autor de La vida de Jesús (1863) hundía así el clavo, afligido pero filósofo: «No hay una gran fundación que no descanse sobre una leyenda. La única culpable, en este caso, es la humanidad, que quiere que la engañen».

La extraordinaria modernidad de las Escrituras

Si el Vaticano se da a la tarea de indicar el camino recto, Jesús despliega una tolerancia cómplice para con las minorías, los disidentes, los marginales. Al ser preguntado sobre el matrimonio y sus obligaciones, helo aquí relativizando (Mateo 19, 10-12): «[Dijéronle los discípulos: Si tal es la condición del hombre con la mujer, preferible es no casarse. Él les contestó: No todos entienden esto, sino aquellos a quienes ha sido dado. Porque] hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que fueron hechos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se han hecho tales por amor del reino de los cielos. El que pueda entender, que entienda.»

Los eunucos (célibes) designan aquí a los inconformistas, los homosexuales y los místicos. Entienda quien pueda, es decir, ¡sobre todo, no la Iglesia apostólica y romana! Jesús aceptaba los comportamientos llamados desviados. Algunos dirían incluso que los practicó, sea en forma heterosexual (¡aló, María Magdalena!), u homosexual (Lázaro de pie, pero ¡Juan le llevaba ventaja!).

La extraordinaria modernidad de las Escrituras no anida en estas pequeñas sensaciones fuertes, que la Iglesia evacua[7]. Lo esencial brilla en la moraleja del cuento: «Yo te escojo por amor», revela efectivamente la palabra de naturaleza cristiana. Ahora bien, los cuidados de nuestros prelados la han travestido de manera selectiva. Monseñor Vingt-Trois cierra las compuertas que había abierto su profeta. La Biblia ofrece, en efecto, un progreso formidable: una defensa e ilustración de la adopción; así pues, el libro es árbitro (adopción viene del latín optare: escoger) frente a la tiranía de la sangre y de sus leyes. El filósofo Michel Serres lo ha declarado alto y fuerte en… La croix[8]:

«Creo que la adopción es la “buena nueva” del Evangelio. Antes del Evangelio, lo que había era genealogía, leyes tribales, es decir, leyes por herencia. Aún hoy, lo que hace imposible la llegada de la democracia son las peleas entre familias, entre tribus, clanes, como en otro tiempo en el antiguo Oriente Medio. La novedad extraordinaria del cristianismo, desde el punto de vista político, antropológico y moral, es haber suprimido esta herencia natural y haberla sustituido por la adopción, la elección deliberada y libre por amor».

El Vaticano y sus repetidores caen en el contrasentido, negando, en nombre de dogmas que sientan mal, las combinaciones que se forjan para ampliar las libertades. La fe cautiva consiste en aguantar sin resistir los dictados de eunucos con hábitos sacerdotales. ¿Y si ser cristiano fuera volver al texto sin el filtro alienante del clero? ¿Si fuera comprender las palabras de Jesús en la cruz, dirigidas a María y señalando a Juan: «Madre, he ahí a tu hijo”? ¿No es esto una última redistribución de las cartas, una recomposición familiar que se libera de las trabas de siempre en nombre del atrevimiento de amar?

Tal valentía evangélica agarra del pelo a la vetusta catequesis, que machaca su «Jesús, que mi cruz perdure»[9]. André Vingt-Trois, quien nació en 1942 y entró en 1962 al seminario de san Sulpicio (que en seguida dirigiría), contraviene con furor su vocación y su misión: encarnar la insolencia crística…

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[1] Artículo publicado originalmente el 23 de noviembre de 2012, y traducido aquí del francés por Ramón Urzúa-Navas. El blog «Guatemala Secular» reconoce todos los derechos de este artículo a su autor y a Médiapart. Su reproducción y traducción en este espacio se dan exclusivamente como forma de divulgación de conocimiento y sin fin alguno de lucro.

[2] El 18 de mayo de 2013 entró en vigor, en Francia, la ley que permite a dos adultos del mismo sexo acceder a la figura jurídica del matrimonio.

[3] Cardenal arzobispo de París, presidente de la Conferencia Episcopal francesa, miembro del Pontificio Consejo para la Familia y férreo opositor al matrimonio igualitario. El 16 de abril de 2013 insinuó que el reconocimiento oficial de las diferentes identidades sexuales podía desembocar en una sociedad de violencia, y que por eso habría sido más razonable y simple que la legislación de su país no hubiera dado luz verde la igualdad matrimonial para las parejas del mismo sexo; en su opinión, había problemas «reales»: [Link]

[4] Ángelus del 30 de diciembre de 2007: [Link]

[5] Todas las citas bíblicas están tomadas de la versión católica autorizada Nácar-Colunga, de 1961: [Link]

[6] Libro traducido al español como Jesús contra Jesús por Ma. Teresa Gallego, ed. Algar, ISBN 9788495722102.

[7]Se ha optado por no reproducir aquí un juego de homofonías que intercala el autor, por considerar que en español no tiene ningún sentido.

[8] Periódico digital católico en lengua francesa. Este es el enlace al artículo referido por Perraud: [Link]

[9] Alusión irónica a«Jesús, que mi alegría perdure», motete final de la cantata Corazón, boca, obras y vida (BWV 147), de J. S. Bach.

Ramón Urzúa-Navas

Soberanía orgánica con alguna conciencia de sí misma. Habita Sobrevive de momento en Nueva York Chicago, Subsiste indefinidamente en Guatemala (y desempleado). en una de cuyas universidades persigue la obtención de un doctorado donde se plantea seriamente el abandono de la academia. Tiene claro que lo emborrachan la poética, la retórica, la gramática, la filología, la estética, la metafísica, la historiografía, las ciencias, las culturas, los vinos, usted y otros asuntos misteriosos. Ha sido corrector intransigente, catedrático inexperto, traductor plurilingüe, barman ocasional y a veces bohemio, para menor gloria de dios. Aspira a articular alguna coherencia posmoderna mientras cree en un planeta menos bestial. Todo lo demás carece de importancia.

1 Comment

  • Reply October 5, 2014

    Karla Flores

    Alguien gustaría de explicarme el contenido de este tema. Siendo sincera no leo la biblia, siento un cierto temor al hacerlo, es extraño e infundado talves. Invito a un café y a un pastelito para que el diálogo sea agradable.

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