Es difícil estar en minoría, nadar contra la corriente. Mucho más cómodo es asentir con la manada, con el rebaño o con la tribu. Menos arriesgado el acomodarse a las expectativas de lo demás, para evitar el ostracismo. Instintivamente tendemos a seguir el movimiento de la colectividad, así como el cardumen de peces o la bandada de pájaros.
El aislamiento no ha sido el peor de los castigos para aquellos que osan contradecir la creencia predominante. Durante el régimen de terror establecido por la ortodoxia católica desde el siglo XV, con la llamada Inquisición, toda persona que se atrevía a cuestionar el dogma era condenada a tormentos para obligarla a retractarse, y si no aprovechaba esa “bondadosa oportunidad” era quemada en la hoguera. No es hasta que se afirma la individualidad y el derecho a la libertad de pensamiento y de conciencia que la mayoría tolera un poco a los disidentes. Sin embargo, se mantiene la espiral del silencio, esa terrible autocensura que los individuos de la minoría mantienen ante el abrumador consenso mayoritario. La misma sólo se rompe cuando algunos se atreven a hablar, a expresar su pensamiento en voz alta.
Cuando salimos del closet, cuando superamos el temor a contradecir lo que casi todos los demás piensan y creen, nos damos cuenta que no estamos solos, que hay otros, aunque sean unos cuantos, que comparten nuestra opinión, nuestro escepticismo. Por eso confesarse agnóstico, no-creyente, no-teísta, escéptico de las creencias religiosas, o simplemente ateo, resulta un proceso liberador. Del aislamiento avanzamos hacia la comunidad con otros, quienes también pasan del silencio a la acción organizada. De eso se trata nuestra actividad del próximo 17 de julio: el lanzamiento público de la Asociación Guatemalteca de Humanistas Seculares (AGHS). Lugar: Teatro Lux, Zona 1, Ciudad de Guatemala. Hora: 6-10pm.
Ricardo Berganza
Me alegra que se construya un espacio de libertad para pensar, y se ofrezcan otras posibilidades de crecimiento fuera de los esquemas impuestos durante siglos. Es un gran reto, porque invitar a pensar, es invitar a la desobediencia. Invitar a pensar, es un reto personal, que requiere ruptura. E invitar a pensar requiere también un ejercicio de tolerancia al que no estamos acostumbrados.
Les felicito, y lamento no poder acompañarles el 17. Aspiro a poder asistir a otra actividad en el futuro.