Blasfemias, herejías y apostasías en el Siglo XXI

En una narración sobre Mahoma, se cuenta que el profeta nunca tomó venganza de agravios cometidos contra él mismo, pero sí cuando se trataba de ofensas contra Alá.[1] Incluso, en ese comentario al Corán se habla de una venganza por “exceder los límites de Dios”. Por lo tanto, es necesario preguntarse ¿cuáles son esos límites que no pueden traspasarse para evitar la venganza de los seguidores de Dios? Aunque antes es indispensable platearse por qué los creyentes en una idea están dispuestos a castigar a quienes no la comparten y, por esa razón, no le tiene el más mínimo respeto.

En el Islam, según el pasaje antes citado, la venganza se aplica en el campo de lo teológico, por herejías, apostasías y blasfemias. De tal manera que “exceder los límites” implica contradecir la ortodoxia, renunciar a la idea de deidad que prevalece en determinado momento y lugar, o simplemente burlarse de ella. No obstante, como nos explica Morris Hoffman, en su libro sobre la conceptualización y aplicación del castigo en las sociedades humanas a lo largo de la historia, la venganza es algo muy presente en el Antiguo Testamento, pues el Dios hebreo resulta uno de los más vengativos.[2]

En la historia del cristianismo también son abundantes los casos de castigos ejemplares (corporales y públicos) en contra de aquellos que se atrevieron a expresar sus ideas contradictorias con la doctrina oficial. Al principio, la Iglesia Católica simplemente excomulgaba a los herejes, pero luego ensambló una maquinaria de terror para combatir frontalmente la heterodoxia: la Inquisición. Giordano Bruno (1548-1600) es uno de los casos más famosos y emblemáticos de sus víctimas. El objetivo, claro está, no era convertir a los disidentes por medio de argumentos, sino obligarlos por medio de la tortura corporal y psicológica, incluido el escarnio social, a reunciar a sus propios criterios y, sobre todo, a expresarlos públicamente, es decir, a difundirlos.

Recordemos el otro caso comúnmente citado, el de Galileo Galilei (1564-1642). En 1616 la Iglesia censura la teoría copernicana en reacción a sus planteamientos, pero en 1632 Galileo tiene el valor de burlarse de la teoría del geocentrismo de Ptolomeo y al mismo tiempo ridiculiza la condena previa al modelo copernicano, con la publicación de su Diálogo sobre los principales sistemas del mundo. Este atrevimiento le costó un proceso insquisitorial en el cual lo amenazaron de tortura para que confesara y, de esa manera, le condenaron a prisión perpetua y le obligaron a abjurar de sus ideas.[3]

En fechas mucho más cercanas a nosotros, el Papa Benedicto XVI, en el cargo anterior como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe se afanó en acallar a no pocos teólogos católicos. Como explica Juan José Tamayo, durante el pontificado de Juan Pablo II se silenció a los teólogos del Concilo Vaticano II, es decir, a los teólogos de Juan XXIII. Por ejemplo: Bernhard Häring, Edward Schillebeeckx, Hans Küng y Charles Curran. A varios teólogos latinoamericanosde la liberación, como Leonrado Boff, también se les condenó desde Roma. En muchos casos está claro que se les violaron derechos humanos por parte de la Iglesia, como cuando José María Castillo y Juan Antonio Estrada fueron cesados de la docencia teológica en la respectiva Facultad de Granada, sin juicio previo.[4]

Recientemente, en el contexto de la conmoción global por la masacre de los periodistas franceses del semanario satírico Charlie Hebdo, el Papa Francisco declaró que «es una aberración matar en nombre de Dios, pero las religiones no deben ser insultadas».[5] Previamente, durante su viaje por Asia donde los católicos son una minoría, abogó por la libertad religiosa, especificando que toda persona «debe ser libre, individualmente o en unión con otros, para buscar la verdad, y para expresar abiertamente sus convicciones religiosas, libre de intimidaciones y coacciones externas».[6] Pareciera, entonces, que hay una inconsitencia al defender la libertad religiosa por un lado, pero luego poner límites a la libertad de expresión de quienes no comparten cualquier tipo de ideas religiosas. Sin embargo, la Iglesia es muy coherente en esto: donde está débil siempre pide expansión de derechos, donde está fuerte los limita.

Con su ejemplo del golpe en la cara para quien se atreviera a insultar a su madre, afirmando que es normal agredir físicamente al provocador, el Papa prácticamente justifica la violencia, o al menos, la considera comprensible, en casos de irrespeto o burla a las creencias religiosas. Sin embargo, ninguna idea es suficientemente sagrada como para ser inmune al cuestionamiento académico, a la opinión crítica, o a la simple sátira en una caricatura. Mucho menos es justificable que en nombre de esa idea se ejerza la violencia contra los que precisamente cuestionan su sacralidad, incluso su mera existencia.

Uno de los teólogos castigados que mencionamos antes nos explica la lógica de la violencia que sigue a la creencia religiosa, razonamiento que Jorge Mario Bergoglio parece defender, aunque su desafortunada declaración resulte políticamente incorrecta en la Europa Occidental del siglo XXI y, especialmente, para una Francia celosamente secular que nos heredó la Revolución de 1789 y su Tercera República:

“Reducimos nuestra religiosidad a determinadas prácticas rituales, al tiempo que excluimos de nuestra religiosidad el respeto, la tolerancia, la sensibilidad ante el sufrimiento, sobre todo el sufrimiento de los más débiles. Y así sucesivamente. Hasta llegar a hacer compatible la estricta observancia de la religión con la violencia más brutal ante todo aquello con lo que no estamos de acuerdo.

Esta violencia, por lo demás, es comprensible. Y con frecuencia resulta inevitable. Porque la religión es la creencia en un poder absoluto. La que lógicamente se traduce en la obligación indiscutible de una obediencia absoluta. Ahora bien, desde el momento en que el centro de la vida (y el futuro de la salvación) depende de una obediencia absoluta, la consecuencia inevitable es que tal obediencia se antepone a todo lo demás, incluso a la vida misma de quienes se oponen o dejan de cumplir semejante obediencia. 

Naturalmente, una persona que piensa y vive así, no puede estar de acuerdo con la modernidad, con la sociedad secular, en la que los derechos fundamentales del ser humano se anteponen a todo cuanto pueda limitarlos y sobre todo reducirlos o anularlos.” José Ma. Castillo (2015). Fundamentalismo religioso, ¿amenaza u oportunidad?[7]

Por ello, los valores del humanismo secular, el pensamiento crítico y el paradigma científico son muy importantes; así también las libertades fundamentales, como la de expresión, que deben ser protegidas por los Estados y por los ciudadanos, que debemos aprender a convivir en mutua tolerancia para que la batalla entre ideas no se convierta en violencia armada.


 

[1] “Aisha: Allah’s Apostle never took revenge for his own self in any matter presented to him till Allah’s limits were exceeded, in which case he would take revenge for Allah’s sake.” Bukhari Collection: Book Number 8, Hadith # 836.
[2] Hoffman, M. (2014). The Punisher´s Brain. The Evolution of Judge and Jury. Cambridge University Press.
[3] http://es.wikipedia.org/wiki/Galileo_Galilei
[4] Tamayo, J.J. (2006). Los teólogos malditos de Ratzinger. Blog ATRIO http://2006.atrio.org/?p=168
[5] http://vaticaninsider.lastampa.it/es/en-el-mundo/dettagliospain/articolo/francesco-filippine-38560/
[6] http://www.osservatoreromano.va/es/news/libertad-religiosa-para-todos-spa#sthash.MZwJvRkP.dpuf
[7] http://www.atrio.org/2015/01/fundamentalismo-religioso-%C2%BFamenaza-u-oportunidad/

Carlos Mendoza

Soy centroamericano, economista y politólogo, socio-fundador de Central American Business Intelligence (CABI). Nací y crecí dentro de una familia ladina y católica de clase media urbana, pero con profundas raíces históricas en la Verapaz y el Petén. He estudiado ingeniería (URL), teología (UCA e ITAM), economía (UFM), y política (Stanford y Notre Dame). Y ahora me he dado cuenta que me encantan las ciencias cognitivas y la psicología evolutiva. A los 22 años me desencanté de las religiones y poco a poco me he convertido en un escéptico. Me interesan los problemas socioeconómicos y culturales de Guatemala y América Latina, pero aspiro a ser cosmopolita. Mis principales trabajos en el pasado han sido en CIEN y PNUD.

3 Comments

  • Reply January 18, 2015

    Heber Osiel Morales López

    Excelente artículo.

  • Reply January 19, 2015

    jose enrique vargas quiroz

    Carlos , ya lo dijo Benito Juarez !! El respeto al derecho ajeno es la paz !!

    • Reply January 20, 2015

      Oscar G. Pineda

      ¿Tenemos derecho a no ser ofendidos? Hmm…pensando en esa línea, eliminemos la crítica literaria, de obras de arte, de música, de cine, etc. de nuestro repertorio. No vaya ser que alguien resulte ofendido…

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