Mi camino a la no creencia

Desde pequeñita tuve una gran motivación que se manifestaba claramente por la línea humanista, pero como nuestro conocimiento o visión de algo es sólo aquello que está justo en el centro de la verdad que sabemos y nuestras propias creencias; reconocí sólo de manera muy básica mis tendencias. Por mi carencia de verdades y mi infundada creencia, me hicieron elegir (si se le puede llamar elegir) primero la línea “espiritual” como fuente de la estructura de mi primer plan en la búsqueda constante de crear armonía en medio del caos.

Decidí que la oración era la solución más factible para los cambios que tanto deseaba presenciar en las maneras de actuar que yo creía erróneas en el ser humano. Los problemas, las muertes, las guerras y todas las noticias que veía en la televisión y escuchaba en el radio del carro de mi abuelo, me despertaron desde muy pequeña una especie de conciencia social, que, con mi falta de herramientas y conocimiento, me causaba mucho estrés y amenazaba con robarme el sueño si no lograba conseguirlo antes que se ocultara el sol. La noche siempre traía consigo miedos e interrogantes; muchas de ellas existenciales para mi.

Esa misma causa o motivación que me llevó a lo espiritual, fue también la que finalmente me sacó de allí para llevarme a otros terrenos más científicos. En la búsqueda de posibles soluciones no me podía permitir las mágicas, ya que esas quedaban fuera de mi control y como no eran realistas con los nuevos tiempos, no lograban aplacar mi ansiedad de querer dormir con la certeza de que aunque no dependía todo de mi, estaba haciendo algo concreto para conseguir un cambio—por mínimo que fuera. Este proceso, por supuesto, no fue tan sencillo como simplemente escribirlo en un papel.

Es difícil desarraigarte de tus creencias, pues son parte de tu identidad; incluso del papel que juegas en tu familia, con tus amigos y conocidos que van formando con el tiempo tu red de apoyo. En la necesidad tan innata que tiene el ser humano de pertenecer a un grupo, es fácil sentirse acogido cuando los cuentos, normas y dogmas te los vienen repitiendo desde que naciste. Y si no aprendemos a juzgar sus fuentes, a  verlas en sus justas dimensiones con sus aciertos y errores, tan humanos como tú, se hace difícil discernir entre la fantasía y los hechos; porque juzgarlas es ofender y menospreciar la imagen de autoridad, no solo de un ser superior del cual todos temen y nadie conoce, sino también de tus propios padres. Todo esto puede llegar a causar mucho miedo si no te sientes lo suficientemente fuerte como para sostenerte solo.

Comencé a enfrentarme a mis historias y creencias porque simplemente algo no me cuadraba, pero me daba miedo aceptarlo con mis allegados. Temía mucho ser rechazada o tomada por loca, o peor aun, condenarme al fuego eterno. Eso, sin contar el vacío enorme de la garganta al estomago que me provocaba cuando a solas yo misma me decía que a pesar de todo lo que me dicen, lo mas probable es que Dios no existe. Ese “no existe” era casi como saltar al vacío; me tomó tiempo disfrutar de la incertidumbre real y antes de dar ese salto impulsada por mi propia confusión y mis deseos de que alguien me explicara lo que no podía preguntar ni en la iglesia, ni en el colegio, ni en mi casa por temor a ser juzgada—o, peor aun, tener la certeza (de mi experiencia anterior) de que sus respuestas no respondían nada—a ocultas me metía a cualquier posible debate religioso con mi bandera de fe por delante; pero con un deseo enorme de que retaran mi conocimiento hasta dejarme sin otra salida más que buscar hechos, textos y más información de lo que en la discusión surgiera.

Así llegue un día de septiembre de 2010 al muro de Facebook de nuestro no tan ilustre alcalde Alvaro Arzú y me topé con una frase bíblica:

“Ni de día ni de noche tendremos que preocuparnos de estar en peligro de muerte.”

—Salmos, 91:5

Vi como lo atacaban por su tan notoria incongruencia con la realidad del país, pues llegaba a ser casi ofensivo con sus aseguraciones bíblicas. Pero en ese momento mi bando era el católico y no mi propio bando, así que me dediqué a defender hasta donde pude con todas las herramientas y todos los discursos que había escuchado a lo largo de mi vida, y me quedé particularmente interesada por lo que un tal Óscar Gabriel Pineda decía. Incluso, creo que lo defendí del resto de cachurecos o cristianos que lo mandaban a callar. ¡Si alguien no quería que se callara, era yo! Así que pedí respeto y libertad de expresión para todos, incluso para aquel que pensara distinto.

Después de mucho debatir, pensé: “¿Y quién es este chavo?” Me metí a su cuenta de Facebook y descubrí que… ¡era la pareja de una amiga de infancia! “¡Uff, qué problema! Esta noche seguramente hay chisme en su casa sobre una loca cachureca llamada Verónica, y cuando Gaby escuche mi apellido reconocerá quién soy y se reirán un rato,” pensé. De igual manera, apunté cada argumento, cada dato que Óscar escribió, y me di a la tarea de investigarlos hasta que me dolió el pecho y sentí miedo.

El tiempo pasó y conocí a una persona en un café de Antigua. Ese mismo día me recomendó 3 libros para leer. Así llegué a Erich Fromm, uno de mis autores favoritos, el impulsor de mi tan deseada libertad de criterio para poder decidir si creer o no creer con fundamentos propios y no heredados. En medio de un proceso de auto encuentro y desarraigo a una identidad heredada para encontrar la mía, curiosa e intacta, deseosa de salir, gracias a la gran estimulación mental que provocaron en mi unas conversaciones interminables con el que conocí en ese café de Antigua y que ahora era mi amigo; y más que amigo, mi maestro, quien me enseñó a no tener miedo de cuestionar lo que sabía, lo que me decían y sobre todo a cuestionar lo que creía.

Me tomó tiempo decidir que tenía que vencer mis miedos y acabar con mis complejos de creer que sólo un grupo es dueño de la verdad absoluta o siquiera que la verdad absoluta existe. En medio de todo este proceso, me enfrenté a mis miedos; lloré como nunca antes había llorado, como una niña asustada, en la sala de mi amigo. Estaba yo, por primera vez en la vida, desnudando mis ideas y mostrando mis más puros, profundos—y algunos oscuros—pensamientos y sentimientos; con una botella de agua en una mano y en la otra mis cigarros… y un hombre que no me pedía nada a cambio y con un deseo enorme de sólo escucharme (cosa que no había compartido antes con nadie). Así pasamos más de 6 meses leyendo, cuestionando, hablando; pero sobre todo, enfrentando y confrontando ideas, sentimientos, y acciones del pasado que estaban aun marcándome el paso. Hasta que un día, finalmente logré volar sola.

Continué leyendo libros,  y si había una idea que me interesara discutir (política, social o personal) buscaba distintas columnas o blogs para discutir y ampliar mi criterio con otras opiniones. Este proceso me ayudó a madurar, a valorarme y a centrarme en lo que yo quería ser y dejar de pensar en lo que “debería ser” según las expectativas hacia mí de otras personas.

La vida da tantas vueltas y, un día, entre las mil lecturas que este amigo me recomendaba, me mandó una columna que se llamaba El elefante encadenado. La leí y me encantó, me vi completamente reflejada en ella en algún momento de mi vida, aunque ahora estuviera por fin sin cadenas de ese tipo. Le comenté a mi amigo que me parecía fuertísimo darme cuenta de las miles de cadenas mentales que heredamos a nuestros hijos y que nos impiden avanzar como sociedad y recordé, también, lo difícil que fue soltarlas. Mientras le decía esto a mi amigo, me di cuenta de que el que escribió esa columna… era un tal Óscar Gabriel Pineda.  Solté la carcajada y le conté la historia a mi amigo del debate en el muro de Facebook de Arzú; le dije: “Me dan ganas de topármelo un día para decirle que me tomó un año y un poco más entender—o más bien soltar—mi antigua creencia cuando las pruebas me decían cosas distintas.”

Y sin mucho planearlo, llegó el día. Finalmente, así como el Facebook fue el medio para la confrontación, también fue el medio para coincidir en un grupo con Óscar, y me dio la oportunidad de contarle cómo un extraño ateo y sus rebeldes opiniones habían motivado a esta extraña a buscar sus propias respuestas y ahora compartir el mismo gusto por algunos libros y hasta el gusto por las películas de blanco y negro. Ahora, es para mí un gusto poder llamarlo amigo.

Toda esta experiencia y mis intenciones con rumbo, puede que no lleguen a cambiar Guatemala (a corto plazo) y sus nocivos arraigos, prejuicios y creencias. Pero en mi experiencia, y con la participación de Óscar y mi amigo confidente, comprendí que sí se pueden romper cadenas mentales implantando ideas y fomentando a la gente a cuestionar sus creencias. A veces parece que la gente no te abre la puerta (o no te permite el ingreso), pero sólo con el hecho de haberte leído o querer censurarte u ofenderte en un debate, allí hay alguien que dejó abierta una ventana de acceso, y aunque hoy no se atreve a enfrentarlo o aceptarlo, la idea ya entró a su cabeza. Así me pasó a mi y así le puede pasar a alguien más que lea esto o algún otro texto que vaya en contra de la cultura dominante, en búsqueda de la libertad de pensamiento.

Verónica Servent Palmieri

Sueño con la libertad en compañía, con la individualidad de un idealismo que crece y se fortalece en la unión de otros idealistas (que tejen una visión colectiva). Soy una persona con una conciencia clara de mis capacidades y mis limitantes. Me encanta debatir ideas, sobre todo con quienes son capaces de hacerme dudar de las mías. Tengo una enorme necesidad de generar soluciones y despertar conciencias para ver las cosas como son y no como quisiéramos que fueran, para poder analizar en base a lo que tenemos y no tenemos, con el fin de crear cambios sostenibles; que es justo lo que me llevó a estudiar Psicología Clínica y Consejería Social. Tengo la curiosidad constante de encontrar distintos caminos para un mismo destino, y una sed de conocimiento que me permite aprender y construir.

10 Comments

  • Reply March 15, 2015

    Victor Medina

    Increíble relato, cuando estaba en 4to. Bachillerato, recibíamos la clase de filosofía y gracias a esta cátedra, conocí a un poeta magnifico Friedrich Nietzsche, el primer libro que leí de él fue El Anticristo, en el cual se encuentra la celebre frase “Dios esta muerto”, este libro me hizo dudar en muchos aspectos religiosos, empece a leer a Carl Sagan y muchos más escritores. Mi familia al principio me tomo mi ateísmo como una broma, mi madre hablo conmigo “seriamente” sobre el tema y dude un momento sobre mi ateísmo pero como dice Carl Sagan: “No quiero creer, quiero saber”. Algo que me molesta mucho es la hipocresía de mi familia, todos ellos son evangélicos pero (no es para “sacar los trapos al sol”) algunas veces hacen cosas que no son correctas a los ojos de su dios pero en ese momento no les importa lo que piense su dios de ellos.

  • Reply March 16, 2015

    Carlos Sandoval

    Definitivamente muy buen relato. Quiero ser tu amigo en el FB. Quiero saber qué clase de artículos posteas y también compartirte los míos.
    Lamento no haber sido yo quien tomara la iniciativa de escribir algo así. Me da envidia (de la buena) pero te me adelantaste.

    • Reply March 16, 2015

      Oscar G. Pineda

      Buenos días, Carlos. Si aun siente deseos de contar su historia, siéntase libre de escribirme a postmaster@guatemalasecular.org y con mucho gusto platicamos sobre una posible publicación en este medio. 😉

  • Reply March 16, 2015

    Verónica Servent Palmieri

    Gracias por sus comentarios y por tomarse el tiempo de leer mi relato! Carlos mándame la dirección de donde escribís (el blog o el espacio donde lo publicas), yo feliz de leer tus escritos también!

  • Reply March 16, 2015

    Isabel ustrell vila

    Vero estoy orgullosisima de ti, has trabajado y avanzado muchisimo en la busqueda de la verdad.
    Recuerdas cuando nos conocimos????
    Buenisima tu columna.
    Espero que te de paz interior y puedas dormir bien por las noches.
    La verdad no existe, lo bueno es cuestionarse y no caer en el error facil y comodo de seguir en la linea en que nos han educado.
    Te quiero mucho.
    Tu amiga del mundo mundial 😉

  • Reply March 16, 2015

    Carlos Sandoval

    Seguro que escribiré algo para que lo puedas tomar en consideración Oscar. Ya anoté tu correo. Verónica: te cuento que nunca he publicado nada, pero soy un ávido lector de este tipo de opiniones pues también desde hace unos 48 años (tengo 55) sigo buscando a ese evasivo dios. Me encanta saludarlos.

  • Reply March 18, 2015

    Edgar Rodríguez

    Hola Verónica, sabes, tu historia me ha parecido fascinante, me agrada tu sinceridad, y me encanta la alegría que transmites al describirnos como le diste sentido a tu vida a través de esa búsqueda incansable de la verdad. te confieso que yo soy creyente, pero soy un creyente que ama la libertad de pensamiento. Mientras leía tu articulo recordé una frase del sacerdote jesuita Antony de Mello que te queda como anillo al dedo:

    “El que piensa como marxista, no piensa; el que piensa como budista, no piensa; el que piensa como musulmán, no piensa… y el que piensa como católico; tampoco piensa. Ellos son pensados por su ideología. Tu eres un esclavo en cuanto y en tanto no puedas pensar prescindiendo de tu ideología. Vives dormido y pensado por una idea. El profeta no se deja llevar por ninguna ideología; por eso es tan mal recibido. El profeta es el pionero que se atreve a elevarse por encima de los esquemas, abriendo camino.

    Para mí, quien se atreve a pronunciar su pensamiento, sea o no creyente, es un profeta (digo profeta en el sentido real de la palabra, no como adivino, sino como aquel que anuncia y denuncia las injusticias y defiende el derecho y la justicia, aquel que es como una voz que clama en el desierto) y en estos tiempos se necesitan profetas, porque son los que hacen la diferencia. Sigue escribiendo, sigue adelante, excelente articulo.

  • Reply March 19, 2015

    Verónica Servent Palmieri

    Isabel y Edgar me alegra que les gustara lo que escribí y gracias por sus comentarios para mi persona.
    Carlos espero un día leerte!

  • Reply March 19, 2015

    Jaime Cabrera

    Excelente artículo.
    Me gusta la honestidad del relato.
    Merece ser compartido.
    Con permiso, me lo llevo al blog.

  • Reply March 10, 2016

    Rocío Gamboa

    Identificada con muchas situaciones de tu vida, cómo el defender una creencia fervientemente te lleva a cuestionarte sobre la misma y quitar la máscara, para entender que no se trata más que de una fantasía. Las dudas personales, el sentirte en una especie de closet, por miedo a sentirte marginada o tachada como loca (por decir lo menos), son sentimientos compartidos difíciles de expresar con cualquiera, sobretodo por aquellos que se sienten con el derecho de imponer su verdad.

    Te felicito por poder expresarte y defender tus ideas, no leo tantos libros como quisiera. Pero si algo he confirmado en los últimos 3 años es el poder liberador de tomar la responsabilidad de tus actos, sin sentir la culpa impuesta por un “tercer ojo vigilante” a quien muchos le otorgan la potestad de juzgar lo que haces bien o mal.

    Somos la consecuencia de nuestras decisiones y mi decisión de no creer me ha impulsado a luchar mas fuerte por mis sueños, sin esperar que nada me caiga del cielo.

    SALUDOS!!!

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