1. Chicote
Son los girasoles de Van Gogh. Ya no es impresionista enterarse de que un par de magistrados de la Corte de Constitucionalidad, por mencionar un ejemplo reciente, haya puesto en evidencia la profesión meretricia de sus madres.
Sus señorías lo saben. Saben sus señorías que su propio servicio a la nación ha pasado por el deseo de platear con inmuno-impunidad al gansterismo, así lo atraviese una banda presidencial.
No juegan solitario. Hay algo más pestilente y sospecho que no está en el reino de Hamlet. En el Centro Histórico del Valle de la Ermita se agitan curules con flatulencias de pánico por pesquisas y posibles detenciones, en una corazonada.
Debe de ser tremendo presentir que tarde o temprano le ordenarán a uno lo siguiente, como en la era de los césares: Inclina la cabeza, bárbaro, ante el paso triunfal de la Justicia.
Doy por sentado que a los organismos del Estado los integra una mayoría de creyentes en Jesús —colaboracionistas y cacos incluidos—. Pues bien, a estos últimos les rememoro que el ácido sulfúrico es muy buen desinfectante en pequeñas dosis; para las ingentes, léanse sus alcances en el libro del Apocalipsis.
Templos: ¿Dónde está el látigo de Cristo en el panorama de tantos mercaderes? Muchos de ellos se asientan en las cortes. Y es gentuza transversal que también ha hecho del Congreso de la República una casa de putas.
O una casa de espantos. O una casa de subastas. O las tres variedades a la vez: una residencia de espectros que son putas y comercian con íncubos y súcubos.
2. Papeletas, tripas y tesoros
En alemán, idioma que para nombrar emociones indescriptibles despliega palabras muy descriptivas, se llama Backpfeifengesicht al hecho de tener alguien una cara tan detestable que provoca el impulso de darle un puñetazo una bofetada.
Eso mismo me produce la faz del ciudadano Pérez Molina. Además de ganas de vomitar.
En las últimas semanas, él ha sido testigo de capturas y dimisiones por delitos que le tocaban constantemente las dos córneas. Haya o no antejuicio, él es corresponsable de todo y no lo asisten excusas: esto se bautiza como línea de mando, para explicárselo a los rústicos que solo entienden a leñazos.
Crímenes y lagos. Tráficos y yernos. El jefe de Estado no decía ni mu. Y en lugar de llamar a capítulo al embajador de los Estados Unidos de América por sus alocuciones internistas, le cedió más bien el podio como si este fuese el redentor de la patria, como si llevase al cinto la espada de un Bolívar.
No hay ninguna nota de renuncia en una canasta de bebé a las puertas de la casa. Quiero equivocarme, pero temo que nos darán las 12:00 en Nochevieja y comeremos uvas, y serán horas en que continúe sin aparecer el regalo del cese de labores ottonianas. Por sí solo, el buey no saldrá de la barranca.
Para entonces, si las urnas no quedan en pausa —y todo apunta a que eso no sucederá—, ya estaremos al corriente de qué granuja será sultán en el eclecticismo arquitectónico de Ubico frente a la plaza central, y quizás hasta lo acompañe un harén vigilado por eunucos.
Así se iniciará la rotación de un nuevo ciclo de alcohol. ¿Suspirar? Buen consejo.
Más interfectos en la morgue. Más pilotos de autobús asesinados a quemarropa. Más migrantes idos y venidos. Más mareros al hemiciclo. Más funcionarios con las manos en la bosta. Más humanos que aguanten días completos sin pasar por el trámite de comer.
¿A quién culpar por todos estos intestinos? Pues a todo el Aparato, empezando por sus agentes; o incluso, si se quiere, cúlpese a Elí («Elí, Elí, ¿lamá sabactaní?»).
Pero el Aparato, en abstracto, no nos declara nada, e incriminar a dios es un brindis al sol. Los mayores culpables son quienes, desde sus muy elevadas instancias de poder, revuelven los avernos en busca de botines.
Ojalá un día se toparan ellos por ahí con un cesto lleno de áspides, y ojalá se dejaran morder como Cleopatra.
Alternativamente, con una máquina del tiempo, estaría yo encantado de mandarlos a domesticar tiranosaurios.
3. Signos de interrogación
Tampoco es digna de nombre una sociedad en cuyo útero se gestan criminales altamente diabólicos que despeñan a niños ayunos del instinto de matar. Nuestro yugo: corrupción oceánica y violencia feroz.
Y es que no solo hemos lamido el yugo como se lame un helado: se podría pensar que, en vista de inercias e indolencias, lo hemos incluso saboreado y degustado con una lengua disoluta.
Eso, hasta hace poco. Hasta fines de abril, se había tolerado una majestuosa procesión de monstruosidades espeluznantes y rapacerías faraónicas. Hubo de intervenir un auxilio foráneo para echar a andar la rueda del civismo.
Una comisión internacional, así, en conjunto con una cartera pública, levantó la sábana aduanera y encontró un gimnasio de alacranes y tarántulas. Y ahí fue Troya. El resto lo archisabemos.
Sin embargo, insisto en lo pernicioso de seguir sin que cristalice lo disperso. Es muy digno de maravilla y regocijo que los guatemaltecos de todos los segmentos tengamos al fin una causa común: la tauromaquia a la corrupción (y el desalojo de las presentes autoridades, que son impresentables). Pero si no se divisan liderazgos ajenos al Aparato, de poco servirán en lo contiguo los plantones cívicos y las veladas patriotas.
Imaginemos un aplazamiento de los comicios. Bien. ¿Por cuánto tiempo más? ¿Qué alternativa de seres existirá cuando llegue el término señalado? ¿En qué partidos? Es que hablamos de los juegos del hambre.
Ahora veamos este episodio: tal como estaba previsto, el sufragio se acaba emitiendo en septiembre y la nulidad reclama el laurel, y ello es vinculante en virtud de una reforma electoral que se hubiere aprobado más al trote que despacio.
Conformemente, el proceso se repite y se vota una vez más para elegir entre otros aspirantes. De nuevo, ¿qué opciones habrá y en cuáles juntas? La cuestión no es tan simple.
4. El autócrata virtuoso
Buscar dirigencias no es buscar mesianismos. Pero el riesgo es terminar llamando a Lucio Quincio Cincinato, a quien le llegaron a regalar todos los poderes de Roma mientras él araba en su granja.
El Senado lo estaba convocando en ese instante para hacerlo dictador, contrario a sí mismo, con tal de que organizara a la milicia y repeliera la invasión de los ecuos y los volscos.
Apenas dieciséis días después de la victoria romana por la gracia de Cincinato —y aunque el cargo le era dado por seis meses—, él se despojó voluntariamente de su investidura.
Vida modesta y de campo, pese a ser patricio. Regresó a sus aparejos de labranza y la vejez lo pilló con el agro bajo los pies. Y a los pies le volvieron a poner la dictadura cuando fue llamado, una vez más, a servir a la República (muy anterior al Imperio).
Tenía ya ochenta años y su rectitud se seguía valorando como la medida del arrojo cívico y el sacrificio, según narra Livio en el cuarto libro de Ab urbe condita.
¿Qué adversidad estaba ocurriendo como para instituir una nueva dictadura encarnada en el mismo hombre? Pues, mire usted, una cosa tal vez baldizonesca.
Sucedió que, sobre Espurio Melio (énfasis en espurio: haga usted la conexión), tribuno de la plebe y dueño de una riqueza memoranda, pesaba la sospecha de estar abasteciéndose de armas en su domicilio, de tener sobornados a los otros tribunos y de estar conspirando con los plebeyos para reinstituir la monarquía y erigirse en rey.
¿Por qué se granjeaba el favor de la masas, quienes lo acompañaban allá donde iba? Porque, en tiempo de carestía, Melio había comprado cantidades navegables de trigo de los etruscos, para después distribuirlas gratuitamente entre el pueblo romano —o se las había vendido a este a un precio ínfimo; en ello difieren Livio y Octavio— en medio de una crisis que el Senado no supo manejar.
Los patricios (vale decir, la oligarquía de aquella época) temieron una rebelión popular y un subsecuente poderío de la plebe. Es oportuno traer a la memoria que los patricios eran en aquel momento los únicos que podían acceder al Senado —caramba, qué coincidencia: ¿no proponía ProReforma la creación de esta cámara alta en Guatemala?—.
***
Cincinato, entonces, ya en ejercicio de la autoridad suprema, envió a su lugarteniente y mariscal de caballería, Cayo Servilio Ahala, junto con un grupo de guardias y jóvenes patricios, a confrontar a Melio para decirle estas palabras: «Te llama el dictador».
Melio preguntó por qué, y Servilio le explicó que debía dar cuentas de las acusaciones que contra él, en el Senado, había presentado Lucio Minucio, prefecto del mercado del trigo.
Al verse acorralado, el sospechoso intentó huir para mezclarse entre el gentío e invocar la protección del pueblo romano, pero Servilio lo hizo aprehender y luego le dio muerte.
Cincinato justificó la acción de su lugarteniente por haberse Melio negado a comparecer ante la justicia. Para apaciguar el descontento público, el dictador mandó demoler la vivienda del supuesto conspirador y repartió entre la plebe todo el trigo que ahí se halló.
Seis días después de haber pasado la crisis, Cincinato se volvió a desprender de la toga de púrpura y retornó a su vida campestre.
***
Nunca se probaron los intereses ilegítimos de Melio, pero Cincinato pasó a la Historia por haber evitado una guerra civil, y en la cultura popular está situado en un pináculo de templanza, honradez y agudo tacto político.
Para clarificar, yo no imputo a Manuel Baldizón de nada más de lo que la prensa lo desviste; no lo inculpo de conspirar, y lejos de mí desear que lo ajusticie un dictador. Con todo, si damos crédito a Livio, hay evidentes paralelismos entre Melio y el fusilador de párrafos académicos: capital monetario y populismo, además de ambición.
La paradoja de Cincinato, por su parte, debería proyectar alguna luz. ¿Virtuoso? En efecto. Siempre y cuando se recuerde que lo que en realidad salvó fue el sistema de privilegios de los patricios (es decir, el statu quo) y que era hostil al poder de los plebeyos, delegado en sus tribunos.
Además, en las dictaduras romanas, previstas para períodos de inestabilidad o amenazas de guerra, las garantías eran suspendidas por seis meses y no se podía cuestionar la autoridad de su investido, aunque tampoco podía este disponer del erario sin la venia del pueblo romano.
A los dictadores los precedían veinticuatro lictores (escoltas), el doble de los que prologaban el paso de los cónsules, y podían aquellos aplicar la pena capital sin posibilidad de recurso.
¿Queremos un Cincinato, esto es, un autócrata incorruptible y provisional para alcanzar el mayor bien y rescatar a la patria, por muy perínclito que él fuere? ¿A qué tasa de interés? Averígüelo Vargas.
4. Farolas
Sugiero trasladar la vista al fenómeno de Podemos, que en España ha demostrado ser una fuerza ensambladora de sentires, además de ser un tour guiado de cómo es posible la reducción del desarreglo al colocar en el muestrario acciones concretas para romper con la crisis.
Hay modos alternos, y esto es a pesar de las pujanzas neoconservadoras, randianas y thatcheristas, a las cuales escucho por estos días articular el reverendo bisílabo de Grecia con tan poca deferencia.
La génesis de Podemos está en Mover ficha: convertir la indignación en cambio político, manifiesto calzado por las firmas de más de treinta materias grises —entre ellas, las de artistas, activistas, analistas, periodistas, intelectuales, catedráticos de economía y política, escritores, filósofos y demás intelligentsia—. El detonante había sido el movimiento de los indignados, del 15-M.
Ese manifiesto fue divulgado el 12 de enero de 2014, y ahí se recogió el deseo preciso de organizar una propuesta colectiva con miras a participar en los plebiscitos europeos, los cuales se celebrarían cinco meses después. Su propósito era claro: rechazar las disposiciones de la Unión en lo concerniente a la tribulación económica.
Lo que empezó como movimiento se solidificó en un partido político, inscrito oficialmente el 11 de marzo del mismo año (tan solo dos meses después de la publicación de la proclama), lo cual, en cuanto a capacidad de organización, dice mucho a su favor.
Luego se diseñó una muy eficaz y práctica página web que, pasado apenas un día de haberse lanzado, consiguió más de 55,000 firmas de apoyo para poder participar en la vida política de España. Se trata de una plataforma ciudadana abierta para hacer acopio de todas las propuestas de transformación.
***
Mediante elecciones primarias, logró presentar su candidatura a los comicios parlamentarios de la Unión y ganó cinco escaños. Esto convirtió a Podemos en la cuarta fuerza política española con mayor representación en el Parlamento europeo. Y sus diputados no cobran más del triple del salario mínimo interprofesional; el resto lo donan.
Para julio, a través de su página web, ya se habían registrado 32,000 personas particulares como afiliados a la agrupación, y lo son sin pagar cuotas periódicas.
El 15 noviembre, tras una semana de votación electrónica entre miembros del partido y luego de haberse presentado candidatos a debate con programas concretos, Pablo Iglesias se convirtió en el secretario general del partido. Consensuadas por sus profesionales, las propuestas económicas de la agrupación —siempre abiertas a análisis, críticas y mejoras— pueden encontrarse aquí.
Podemos se financia por un sistema de «micromecenazgos», mediante el cual cualquier persona, sin necesidad de afiliación, puede donar hasta un máximo anual de €600. Además, el partido es transparente: muestra y actualiza a la vista pública todos sus ingresos y egresos. Y todo ello lo logró en menos de un año de intenso trabajo.
Lo frustrante en nuestra etapa: a no ser que se presente un imprevisible y recio vendaval ciudadano que obligue a suspender las alegres elecciones, o que se desafuere pronto a Tito, o que renuncie en pleno su gabinete por pura autoestima, no parece demasiado realista la consecución de todo aquel accionar antes de septiembre.
Como resultado, deberemos sufrir un cuatrienio más con el mismo teatro de guiñol en provecho de magnates y de capos. Esto sí: si en algo han instruido las movilizaciones es en tener confianza en el peso de la participación sostenida, que actualmente se cotiza en onzas troy.
Los marranos están ahora al tanto de la existencia de un día llamado sábado, y no es para su sabbat. Se lo pensarán dos veces antes de enseñar las pezuñas.
5. Exhortación
Señor mandatario de la cosa nacional: habida cuenta de que aún no comunica un plan dimisionario, los guatemaltecos (y creo hablar por todos, salvo la picaresca y cuatro mecanógrafos) lo instamos a que, desde el 15 de enero de 2016, con tesón se dedique usted a ordeñar panteras.
Eso nos brindaría una noche de clímax general. Más general que su rango entre kaibiles.