Las feministas me arruinaron la vida

Sí, y lo digo a manera de cumplido. Cuando digo que me arruinaron la vida, en realidad quiero decir que me ayudaron a reconocer mis propios sesgos, a tener claros mis propios privilegios y a no sonar como un estúpido biempensante e ignorante de esos que no creen en el feminismo, sino que creen en la igualdad; que no están en contra del acoso a la mujer, están en contra del acoso a cualquier persona; que no ven particular problema en la violencia contra la mujer, ven problema con la violencia en general.

Me hicieron explorar lecturas y expresiones artísticas diferentes, me hicieron aprender, me hicieron cuestionar, me hicieron enfrentarme a mis prejuicios y adquirir una opinión informada, me hicieron salirme de mi zona de comodidad. Me sacaron la cabeza del culo, pues. Por lo menos en teoría. Porque por muy feminista que uno sea, por mucha conciencia que uno tenga sobre lo jodidamente desbalanceada que está la cosa, por mucho que uno crea que era macho o que iba a ser macho pero ya no, los privilegios siguen estando allí y los seguimos disfrutando. El reto, pues, es observar, identificar, señalar, cuestionar, denunciar y buscar mecanismos para debilitarlos y finalmente colgarlos en el museo de la vergüenza humana.

Aunque no nos guste admitirlo, el machismo lo aprendemos hombres y mujeres desde que nacemos. Es parte de la cultura y lo absorbemos al mismo tiempo que aprendemos todo lo demás. Estamos tan acostumbrados a vivir así, que nos cuesta mucho trabajo detectarlo, a pesar de que nos afecta a todos —aunque no en la misma medida— y es la base de muchas de nuestras instituciones, convenciones e interacciones sociales. Por eso librarse de él no es tan fácil, es un proceso largo e incómodo de aprendizaje, empatía, autocrítica y también de desaprendizaje que posiblemente nos dure toda una vida.

Por eso es muy importante entender qué es feminismo antes de ponerse a opinar sobre feminismo, de despotricar en su contra, de pretender saber qué es exactamente lo que está mal y cómo debe corregirse. Y no es que no haya nada criticable en el feminismo—o más bien en los feminismos—sino que para hacerlo de forma inteligente y productiva primero es necesario entender sus argumentos, su historia y su evolución. Sus términos, sus luchas y sus ramificaciones. Sus logros, sus rumbos y sus discusiones internas.

No se puede discutir si la campaña de MD es o no es machista, sexista o misógina si antes no se comprenden todos esos términos más allá del mal llamado “sentido común,” de definiciones de diccionario o de Wikipedia. No se puede criticar al feminismo por crear cosas como la ley contra el feminicidio —y por ende preocuparse por las muertes, el acoso y la violencia cuando las víctimas son mujeres pero no cuando son hombres— si antes no se comprenden los argumentos que explican las enormes diferencias entre las causas de estos males para uno y otro sexo. No se puede decir que una mujer que se enorgullece de su independencia y que lucha por la igualdad de género es hipócrita por pedir ayuda para cambiar una llanta, colocar un garrafón de agua o usar una computadora, si antes no se entiende exactamente en qué consisten la independencia y la igualdad de género, si no se discuten los estereotipos, prejuicios y roles de género que nos llevan a siquiera pensar en eso como una posibilidad. O bueno, se puede, pero a riesgo de aumentar los niveles mundiales de estulticia.

Una vez hecho ese trabajo, va quedando claro que la campaña de MD hace uso de tropos sexistas, promueve estereotipos machistas y coquetea con la misoginia de maneras que nos afectan a todos, pero que quienes se llevan la peor parte son las mujeres. Se hace evidente que aunque el acoso y la violencia afectan a ambos sexos y a todos los géneros, la naturaleza del acoso y la violencia en contra de mujeres es muy diferente. A los hombres heterosexuales no nos matan por ser hombres heterosexuales; a las mujeres sí las matan por el simple hecho de ser mujeres, por comportarse de maneras que se salen de los cánones de lo que tiene que ser una mujer, por putas, porque son propiedad de los hombres. A los hombres heterosexuales no nos violan por el hecho de ser hombres heterosexuales; a las mujeres sí las violan por el simple hecho de que son mujeres, porque son objetos sexuales, porque están para complacer a los hombres. También queda al descubierto la estupidez que resulta de equiparar igualdad de derechos, oportunidades y libertades, con levantar cosas pesadas, hacer trabajos incómodos o pedir cosas prestadas.

Es por eso que cuando dices cosas como “MD sólo está diciendo verdades porque las mujeres manipuladoras existen” no estás siendo ‘políticamente incorrecto,’ estás siendo simplón e irreflexivo; no estás yendo en contra del establishment, estás siendo el establishment; no estás señalando ‘verdades incómodas,’ estás reafirmando y perpetuando estereotipos; no estás contribuyendo a solucionar problemas, estás siendo el problema. Estás demostrando que tienes la cabeza firmemente incrustada adentro del culo, pues. ¿Cómo sacártela?

Un buen inicio es admitir que no lo sabes todo, que tu experiencia del mundo puede ser muy diferente a la de quienes no van por la vida con un par de testículos entre las piernas. Luego, toma aunque sea un libro sobre feminismo. Léelo, compréndelo y absórbelo para dejar de hablar y opinar con propiedad sobre cosas que claramente no entiendes. Deja de protestar en tono burlón y condescendiente cada vez que un hombre o una mujer (especialmente una mujer) te habla de feminismo, o te señala el machismo que se esconde detrás de tus acciones. Sé por experiencia que no es agradable, pero también por experiencia sé que casi siempre tienen razón. Luego, en lugar de sentarte en el comedor de tu casa a grabarte a ti mismo mientras haces alarde de tu propia ignorancia con una diatriba de 20 minutos, modifica tu comportamiento. Es difícil y la vas a cagar mucho, como yo lo he hecho y sigo haciendo. Dejar de ser macho no es fácil. ¿Cómo iba a serlo, si es lo que nos han enseñado toda la vida? Si en realidad quieres un mundo mejor, sin embargo, es lo que hay.

Finalmente, es necesario reconocer que a pesar de que se han logrado muchos avances, aun falta mucho camino por recorrer. También es necesario reflexionar sobre los efectos positivos y negativos de estos avances. Sí, en alguna medida y en algunos lugares hemos ido dejando atrás el machismo obvio estilo Mad Men. El machismo que se ve al espejo, se arregla la corbata y se ajusta su fedora mientras piensa en lo guapo que está; el que tranquilamente te dice que busca a una mujer que sea un cruce entre su madre, una stripper y una mesera, mientras ríe y agita su old fashioned. Eso es bueno pero también jode mucho, porque nubla el juicio y te hace creer que las cosas van mejor de lo que parecen.

No te deja ver, por ejemplo, el machismo y el sexismo sutil de nuestras interacciones diarias, el que está ahí cerquita en nuestra casa, nuestra oficina, nuestro círculo de amistades o incluso el que llevas en el interior. El que premia a los hombres que se convierten en padres, pero castiga a las mujeres que se convierten en madres. El que nos enseña a los hombres que tenemos que guardar nuestros sentimientos porque llorar o mostrarse vulnerable es de mujercitas. El que paga sueldos menores a las mujeres que a los hombres por el mismo trabajo. El que le entrega la custodia de los hijos automáticamente a las mujeres, sin mayor investigación. El que otorga promociones laborales a las mujeres basándose en el trabajo que han hecho en el pasado y a los hombres en el potencial que pueden tener a futuro. El que da 84 días de vacaciones por maternidad a las mujeres, pero sólo 2 días de vacaciones por paternidad a los hombres. Y así sucesivamente. La lista es larga. Incluso, el que resulta del producto de tus buenas intenciones, pero que hace más mal que bien porque termina siendo una exaltación a tu propio ego, al hombre maravilloso que ya no es macho, invisiblizando las cuestiones estructurales que siguen haciéndonos a todos la vida más difícil, pero a a algunas personas marcadamente más difíciles que a otras.

En fin, dejemos que el feminismo nos arruine la vida a todos, que nos baje de nuestra nube, que nos destruya el ego y que nos mantenga en un perpetuo estado de alerta a todas estas cosas. Que nos muestre que aunque creamos que ya no somos machos, lo seguimos siendo y que tenemos muchas cosas que cambiar. No hay otro camino.

Oscar G. Pineda

Oscar es un mamífero bípedo, de la especie Homo sapiens. Disfruta observando extrañas y repetitivas manchas en pedazos de papel, y oyendo a personas de acento raro hablar de peces con patas saliendo del mar; usando palabras raras como ‘qualia’ o números con muchos, muchos ceros. Tuvo la loca idea de dedicar su vida a hacer lo que le gusta, así que ahora está estudiando filosofía en la universidad y ciencia en su tiempo libre. Así se siente a gusto, cuestionando todo; hasta lo que “no se debe cuestionar”. Ah, y odia escribir sobre él mismo en tercera persona.

21 Comments

  • Reply November 28, 2015

    Olga Villalta

    Me encantó este artículo, ojalá muchos hombres jóvenes le den cabida en su cabeza. Los hombres tienen mucho por ganar en la propuesta feminista. Es cansado tratar de cumplir con los mandatos de ser los súper machos, de estar obligados a ser “proveedores máximos”, de parecer siempre fuertes (aunque en su interior hay momentos en que les gustaría mostrar su debilidad). Si hombres y mujeres reflexionamos sobre el daño que la cultura patriarcal nos ha hecho, podremos dibujar relaciones sociales más humanas y enriquecedoras.

    • Reply November 29, 2015

      Oscar G. Pineda

      Muchas gracias, Olga. Como dice, entender los daños de la cultura patriarcal nos conviene a todos. 😉

  • Reply November 28, 2015

    Miguel Angel Sáenz

    ¡Estupendo artículo!

    • Reply November 30, 2015

      Oscar G. Pineda

      Muchas gracias, Miguel Ángel.

  • Reply November 28, 2015

    Luisa Charnaud Cruz

    Un artículo con mucho sentido para hombres y mujeres. Legitima lo que las mujeres queremos visibilizar.

    • Reply November 29, 2015

      Oscar G. Pineda

      Muchas gracias por leer y comentar, Luisa. Espero que sirva de algo. 😉

  • Reply November 29, 2015

    GR

    El sistema de justicia es ineficiente. Además de la misoginia que puede haber entre policías fiscales y jueces, los asesinatos de mujeres son diez veces menos que los de los hombre y por lo tanto en el caso de que no hubiera sesgo, por cada diez fiscales investigando un asesinato de un hombre había uno investigando un asesinato de una mujer. Todo esto se traduce a que los asesinatos de mujeres quedaban y aun quedan mas impunes. La ley de femicidio compensa un poco eso. Claro que el sistema de justicia sigue siendo una mierda. Los juzgados de femicidio han girado medidas sustitutivas para casos de corrupción, por ejemplo. Como sea, el punto acá es que el feminicidio tiene mas prioridad que el “hombricidio”. Y eso es desigual. El problema de los homicidios impunes ha sido causado por un MP ineficiente y sin recursos, por el sistema judicial corrupto. Hay misoginia en toda esa cadena también. Y definitivamente hay que luchar contra ambas cosas, la misoginia y la ineficiencia de la justicia. Por eso no estoy de acuerdo con la ley del femicidio.

    • Reply November 29, 2015

      Oscar G. Pineda

      Creo que aquí hay varios errores factuales y de razonamiento. Aun si es cierto que puede haber abusos de la ley de feminicidio, eso no significa que la ley no deba de existir. Hay argumentos sólidos que la sustentan. En todo caso, lo que toca es eliminar los agujeros que permiten que se abuse de ella (como pasa con toda ley). En cuanto a que el feminicidio tenga más prioridad que los asesinatos de hombres, eso no es cierto. Saludos.

  • Reply November 29, 2015

    camila

    buenisimo, con dedicatoria a ese tipo que se graba 20 minutos con un ego que se desparrama por doquier. Gracias por escribir esto

    • Reply November 29, 2015

      Oscar G. Pineda

      Jejeje, muchas gracias por leer y comentar, Camila. 🙂

  • Reply November 30, 2015

    Kathya

    Muy bueno, me encanta la forma en que está escrito.

    • Reply November 30, 2015

      Oscar G. Pineda

      Muchas gracias, Kathya. 🙂

  • Reply November 30, 2015

    Lucía Escobar

    Gracias por este artículo, en serio.
    Soy tu fan

    • Reply December 1, 2015

      Oscar G. Pineda

      Muchas gracias, Lucía. 🙂

  • Reply November 30, 2015

    Walfred Monasterio

    Alguien cercana me contó hoy que la habían ‘tocado’ en la calle, y de inmediato le recomendé esta lectura.

    Lo leí y confirmé que fue un acierto. Saludos.

    • Reply December 1, 2015

      Oscar G. Pineda

      Gracias, Wal. 😉

  • Reply December 21, 2015

    Mar Fournier

    Textos como este se agradecen. Gracias por las reflexiones.
    Comparto algunas de las mías sobre estos temas también: https://www.facebook.com/notes/mali-sor/existir-el-feminismo-en-un-cuerpo-trans/1020227101333637

  • […] hasta lo que no se debe cuestionar siempre y cuando NO sea algo que le ofenda porque entonces escribe un artículo completo con dedicación, pero sin nombre (bastante […]

  • […] tontos”, publicaciones tituladas “A la mierda tu feminismo”, y publicaciones que hablan de “tener la cabeza incrustada en el culo” como las de Oscar G. Pineda y aplaudidas por feministas como Camila Urrutia y Lucía Escobar son […]

  • Reply January 10, 2017

    Edgar Ariel Reyes

    Lo leí, y en serio para uno de hombre es muy difícil comprender por qué luchan tanto las mujeres, hasta que uno no deja de ver las cosas como hombre, empieza a entender.

  • […] Una versión de este texto fue publicada con anterioridad, aquí. […]

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