La tradición sacerdotal de la cultura hebrea antigua y la homofobia

Gracias a un detallado y cuidadoso estudio de los textos hebreos antiguos, conocidos como el “antiguo testamento”, arqueólogos e historiadores han reunido evidencia convincente de que estos están conformados por diversos textos, escritos a lo largo de cientos de años. Mientras algunas partes fueron escritas alrededor del 1200 a.C.,  otras no llegaron a alcanzar su forma actual hasta cerca del 200 a.C.

Así, sabemos con bastante certeza que el “antiguo testamento” no fue escrito como una obra completa sino que consiste en los únicos restos de un cuerpo mucho más amplio de textos antiguos y que proviene de todas las esquinas del Antiguo Cercano Oriente (originalmente incluían registros de los sumerios, los babilonios, los hititas, los asirios, los egipcios y los cananeos).

Contamos solamente con fragmentos que sobrevivieron a una ruptura radical y violenta en la historia de la antigüedad (el cautiverio babilónico acaecido a inicios del siglo VI a.C.), pero gracias a la recuperación y desciframiento de los textos mesopotámicos y cananeos, así como otros documentos de la antigüedad, poseemos un nuevo entendimiento de la Biblia en su contexto histórico.

Uno de los aspectos clave para dicho entendimiento fue el de identificar a los distintos autores, que en diferentes momentos habrían desarrollado las partes que eventualmente se fueron tejiendo en una sola narrativa de manera más o menos coherente. Esto se ha logrado por medio del estudio del tono, el lenguaje, las referencias y la postura del autor y comparando todo esto con otros textos y evidencias arqueológicas de la época. Los principales autores del “antiguo testamento” han sido nombrados según sus características como J (por Yahvé), E (Eloísta), P (la tradición sacerdotal) y D (Deuteronomio). Si bien los nombres de los autores originales, los cuales yacen detrás de varios personajes en las escrituras bíblicas, se han perdido completamente para nosotros, sus intereses y perspectivas de la vida nos brindan claridad a través de sus palabras.

Como se ha mencionado, cada uno de estos “autores” se expresa de manera distinta. También evidencian aspectos de su época al mencionar tradiciones y perspectivas características de diferentes regiones y momentos en la antigüedad. Entre las voces más fáciles de identificar en el Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) se encuentra P, que se refiere a la “tradición sacerdotal”. Esto lo sabemos pues el “autor” evidencia una perspectiva aventajada: escribe desde el sector “culto” de la sociedad hebrea.

De ese modo, y como es de esperarse de alguien formado en el Primer Templo de Jerusalén, P describe los rituales en detalle, pero raramente explica las razones detrás de la práctica. Esta parte de la Biblia es responsable, por ejemplo, del mandato de circuncidar a los bebés hombres sin decirnos nunca el por qué de dicha ley. Es probable que el autor mismo no haya sabido, ni cuestionado, las razones de las normas establecidas para los rituales religiosos pues su trabajo era sólo ejecutarlas.

Esto es más evidente aún en la letanía de leyes encontradas en Levítico, un conjunto de leyes designadas para asegurar la “pureza” de la sociedad hebrea por medio de restricciones alimenticias y sexuales, entre otras. A primera vista, las normas reunidas en el Levítico nos pueden dar la impresión de ser totalmente arbitrarias pero su estudio más detallado y el de otras evidencias arqueológicas de la época arrojan luz sobre el “sentido” detrás de que sea permitido comer pescado, por ejemplo, pero no langosta. Al analizar las demás leyes, encontramos un patrón significativo entre lo que está y no está permitido. Todo esto se ata al “orden imaginado”, como le llama el historiador Yuval Harari a la idea imaginaria intersubjetiva que rige a determinada sociedad.

El principio que guía este código de comportamiento es la percepción de los antiguos israelitas de que el mundo estaba dividido en “reinos de existencia”: tierra, mar y cielo. Como productos de la creación, estas divisiones eran vistas como inviolables y por lo tanto no debían confundirse. Así cuando el dios hebreo dice ¡Que las aguas debajo del cielo, se reúnan en un solo lugar, y que aparezca lo seco! (Genesis 1:9), parece quedar bastante claro que su voluntad es que estas divisiones se respeten y se mantengan.

La lógica de la época dicta entonces que las criaturas que parecen pertenecer a diferentes reinos son una contradicción a su dios –se comportan de manera contraria a la santa creación– por lo que no deben ser consumidas. Las langostas, por ejemplo, no tienen aletas o escamas, elementos que la mayoría de las criaturas del mar tienen ­–y que obviamente son esenciales para moverse en el agua– sino tienen patas, las cuales han sido creadas para moverse en la tierra. El diseño de su cuerpo, por lo tanto, hace que las langostas transgredan los límites naturales de dios y por ello son llamadas “abominaciones”: “De los animales que hay en las aguas, es decir, en los mares y en los ríos, ustedes podrán comer los que tengan aletas y escamas. En cambio, considerarán inmundos a todos los animales de los mares y de los ríos que no tengan aletas ni escamas, sean reptiles u otros animales acuáticos. No comerán su carne, y rechazarán su cadáver, porque ustedes los considerarán animales inmundos ”. (Lev. 11:9-12).

De la misma manera las aves que caminan en sus patas pero también pueden volar también son prohibidas: “Las siguientes aves ustedes las rechazarán y no las comerán, porque las considerarán animales inmundos: el águila, el quebrantahuesos, el águila marina, toda clase de milanos y gavilanes, toda clase de cuervos, el avestruz, la lechuza, toda clase de gaviotas, el búho, el avetoro, el cisne, la lechuza nocturna, el pelícano, el buitre, la cigüeña, toda clase de garzas, la abubilla y el murciélago”(Lev. 11:13-19).

La misma lógica se extiende a otras esferas de la vida. Este tabú contra la combinación de “reinos de existencia” ayuda a explicar el mandato de no vestir prendas hechas de lana combinadas con lino o sembrar un campo con distintos tipos de semilla. La misma idea se aplica al comportamiento sexual. Un hombre santo no puede, por ejemplo, tener relaciones con una mujer que está menstruando (“Cuando a una mujer le llegue su menstruación, quedará impura durante siete días. Todo el que la toque quedará impuro hasta el anochecer” -Lev. 15:19) pues ello implica la mezcla de fluidos que de acuerdo a la lógica de P nunca deberían combinarse.

De la misma manera, un alto sacerdote no puede casarse con una viuda, una mujer divorciada o una prostituta (Lev. 21:14) pues su semilla se mezclaría con la de otro hombre y la estructura del universo indivisible del dios hebreo parece sugerir que el semen de diferentes hombres no debe mezclarse (“No te acostarás con un hombre como quien se acuesta con una mujer. Eso es una abominación” -Lev. 18:22). La regla en contra de la homosexualidad parte también de este concepto: “Si alguien se acuesta con otro hombre como quien se acuesta con una mujer, comete un acto abominable y los dos serán condenados a muerte, de la cual ellos mismos serán responsables”.(Lev. 20:13).

Enfocado en regular la conducta, y la manera adecuada de lidiar con las “imperfecciones” del cuerpo es casi seguro que el autor de P vivió en un mundo donde el Templo y sus oficiales estaban ligados íntimamente a la comunidad hebrea –un sistema burocrático efectivo, arraigado al orden imaginado­­–. También es claro que dichas normas son producto de una concepción primitiva del mundo, de la misma manera que los ritos shamánicos de la lluvia o los “consejos” del Oráculo de Delfos. Por otro lado, es razonable asumir que los sacerdotes herederos de la visión del Primer Templo (que se centraba primordialmente en el sacrificio animal antes del cautiverio babilónico) necesitaban escribir tantas normas de manera tan meticulosa ante la amenaza no sólo al sacerdocio sino a la tradición hebrea durante el cautiverio. Lejos de su templo y sus rituales, era necesario “garantizar” la pureza del pueblo aún cuando este no podía practicar su religión como siempre lo había hecho. Fue en esta época –tras la restauración de Ciro el Grande y el retorno de los hebreos a Jerusalén– donde la religión hebrea antigua dio un giro, dando paso a la tradición que eventualmente dio lugar a las religiones más importantes hasta la actualidad: el judaísmo, el cristianismo y el islam.


 

Fuentes:

Douglas, Mary: “The Abominations of Leviticus” en “Purity and Danger: An Analysis of Concepts of Pollution and Taboo”. Taylor and Francis Group. NY, 1996.

Finkelstein, Israel &Asher Silberman, Neil: “The Bible Unearthed: Archaeology’s New Vision of Ancient Isreal and the Origin of Sacred Texts”. The Free Press. NY, 2001

Roberts, J.M.  & Westad Odd A.: “The Pinguin History of the World” (Pp. 88 – 111). Penguin Books. UK, 2013.

Yuval Noah “Da Animali a Déi: Breve Storia dell’Umanitá”. Pompiani Overlook. Milano, 2014.

(Editado mayo 17, 2016, 18:02)

Luisa González-Reiche

Luisa González-Reiche (Guatemala, 1982) Estudiante y profesora de historia, arte, semiótica y filosofía. Trabajo con educadores y empresarios en la creación de culturas organizacionales centradas en el pensamiento. Me gusta enseñar a otros a pensar diferente y cuestionar. La escritura es un ejercicio con las mismas intenciones.

2 Comments

  • Reply May 17, 2016

    Juan Pablo Pira

    ¡Interesante!
    Me preocupa un poco lo de “una concepción primitiva del mundo” porque no entiendo cuáles son las primitivas y cuáles son las no-primitivas. De hecho, no sé si la mía -influida por CNN, Apple y MTV- es primitiva o es no-primitiva (moderna? derivada?). Después de todo, MTV apela a mi mente reptil -la parte más “primitiva” del cerebro- para lograr mi atención.
    También me preocupa un poco lo de pensar que P es una persona… entiendo que se trata más bien de una tradición… posiblemente decenas de personas.

    • Reply May 17, 2016

      Luisa González-Reiche

      Tiene razón, Juan Pablo! Se habla de un “autor” o de una “voz” detrás del texto pero también de la “tradición sacerdotal”, no sabemos con certeza si fue un individuo o varios. Lo que sí se sabe es que es una perspectiva particular la que está detrás de P.
      Cuando hablo de “un conocimiento primitivo del mundo”, me refiero a un conocimiento místico del mundo, no científico. Actualmente sabemos que cantar alrededor del fuego no provoca la lluvia, por ejemplo. Pero concuerdo con que no hemos superado tanto lo primitivo! 🙂

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