Cuando los seres humanos nos inventamos la idea de dios (o dioses) tenÃamos un propósito: la colaboración. La ficción fue determinante para el desarrollo y crecimiento de las sociedades humanas y gracias a ello alcanzaron la complejidad que hoy tienen. Las historias compartidas –una realidad intersubjetiva– nos dio la posibilidad de superar los lÃmites de la evolución biológica, brindándonos la posibilidad de transformar nuestros comportamientos y realidades a través de una evolución cultural: basta cambiar el cuento, para cambiar la meta común y mucho de nuestro comportamiento.
La moral, la capacidad de actuar por y para el bien común, no es resultado de la existencia de ningún dios. Creamos a los dioses como resultado de esa naturaleza social. Nuestro cerebro está diseñado para ello, fue moldeado por la selección natural, la adaptación y mutaciones que a lo largo de decenas de miles de años fueron definiendo la evolución de nuestra especie. Somos capaces, por nosotros mismos, de ser conscientes, bondadosos, empáticos y compasivos asà como racionales. Podemos discernir entre el bien y el mal, lo justo de lo injusto y experimentar sufrimiento independientemente de nuestras creencias, y por ello podemos identificar el sufrimiento en otros. Esta es una de las realidades objetivas más próximas y relevantes. Todo esto está en nuestros genes y sabemos que hay partes especÃficas en nuestro cerebro encargadas de razonar, sentir, actuar de manera pro-social o moralmente, y auto-regular nuestros instintos e impulsos. No necesitamos dios para ello. Al contrario, cuando la ficción resulta convirtiéndose en un forma de ceguera, y la meta común planteada por este cuento implica sentirse moralmente superior a otros, y por lo tanto se convierte en una licencia para causarle daño a otros –directamente o por medio de actitudes de intolerancia–, dios es más peligroso que útil.
CaÃmos, como especie, en nuestra propia trampa: las historias que fuimos inventando para servirnos, resultaron ponernos a nosotros a su servicio. La realidad objetiva se fue supeditando a la ficción y llegamos al punto en que la vida misma depende de ello. Nuestro paÃs ha dado claros ejemplos de esto y en los últimos dÃas nos lo ha recordado a puro sopapo. Si no identificamos la diferencia entre ficción y realidad seguiremos dando patadas de ahogado. Mientras que la mayorÃa de instituciones sigan estafándonos enseñando ficción como si fuera realidad, será la ceguera la que defina nuestra historia.
La ficción es parte de nuestra naturaleza y seguirá siendo necesaria siempre que queramos seguir colaborando, pero no podemos seguirnos guiando por una ficción tan dañina como la que hoy llega a justificar los actos más viles. No podemos someter la realidad objetiva a un cuento ya obsoleto.
Geovany Molina
Sip, si llamas a la ficción la capacidad de dar sentido al misterio… claro, es innato. Al final, esta intuición se define por la voluntad y la experiencia, pues el ser humano tiene la capacidad de aceptar o negar una realidad (incluso). La ficción del fundamentalismo religioso y de las imágenes de la eternidad de la juventud por el consumismo me parecen ejemplos clarÃsimos. Claro que a veces queremos pensar que a lo que llamas ficción siempre nos lleva al mismo lado a todos. Es decir, para otros, hasta la ciencia es ficción y acto subjetivo, pensando en quienes no tienen acceso a ella, y viven en la indiferencia del hambre y enfermedad asà lo es. Del otro lado, para muchos profesionales, esta realidad de pobreza también es ficción (sin colaboración), y eso que están con “el cuento nuevo”.
LUISA GONZALEZ-REICHE
La ficción se refiere a lo que no es realidad objetiva, pero existe una diferencia entre objetividad, subjetividad e intersubjetividad. En el caso que mencionas –quién no cree en la ciencia y se guÃa por esas ideas– estarÃamos hablando de realidad subjetiva, que se limita a cómo eso define la manera como un individuo particular percibe la realidad. La religión, igual que el consumismo, son “realidades intersubjetivas”, las cuales consisten en ficciones o “cuentos” compartidos por un gran número de personas, dando paso a una meta común o, como vemos ahora, a definir incluso el camino que ha de seguir la realidad objetiva. La ciencia no puede ser ficción porque el trabajo de la ciencia es, precisamente, describir y comprender la realidad objetiva. Quienes “creen” en la ciencia, no se guiarÃan, por lo tanto, por una realidad intersubjetiva, aunque claro, podrÃan por otro lado guiarse por otras ficciones, como el capitalismo…
René Villatoro
Interesante su planteamientoi, sin embargo, si bien es posible que la evolución nos haya preparado para ser empáticos, bondadosos y solidarios, lo cual es muy discutible, no es ,menos cierto que la evolución si nos preparó precisamente para lo contrario, es decir, para sobrevivir casi a cualquier costo. En realidad, ese es el fundamento de la evolución, la sobrevivencia del más apto, de manera que el ser altruistas es más un constructo social, el cual, necesariamente pasa por los planteamientos religiosos. No olvidemos que la religión no se preocupó mucho, en sus inicios, por los más débiles, ni los más vulnerables, solo pongamos como ejemplo Esparta para entender lo que digo. No fue hasta el advenimiento del cristianismo, en el que la misiricordia se volvió parte del ADN religioso, y fue ese rasgo el que hizo del cristianismo una religión increiblemente popular. De los abusos cometidos en nombre de Dios, más son producto de la naturaleza humana, que de su construcción social llamada religión, sea esta el cristianismo, judaÃsmo o islam. Saludos